Cameron y la silicona

En otros tiempos en los que la teoría de géneros (no cinematográficos sino sexuales) hubiera sido más fecunda, «Bad Teacher» habría rasgado las vestiduras de las feministas o, por el contrario, habría contado con su más vehemente bendición. Precisamente el interés de la película reside en la ambivalencia de Elizabeth Halsey (Cameron Diaz), una profesora de instituto que representa la sublimación de todo lo que odiaba la pedagogía de Piaget y cuyo único objetivo en la vida es ponerse dos pechos de silicona para seducir al primer millonario ingenuo que se cruce en su camino. Por un lado, Elizabeth Halsey asocia el poder femenino con la manipulación, la superficialidad y la falta total de empatía; por otro, se comporta como un hombre –fuerte, ambicioso, agresivo– con tacones altos. La película no duda en mostrar a Halsey como un modelo de comportamiento en negativo, encarne el sexo que encarne.
No es muy probable que los guionistas de «Bad Teacher» –aunque, no los subestimemos, son autores del libreto de la versión americana de «The Office»– tuvieran muy en cuenta la polisemia de su protagonista, transgresión absoluta de los roles que la mujer tiene adjudicados en las comedias románticas (el ángel) o gamberras (el objeto de deseo). Es muy probable que Cameron Diaz, que está acostumbrada a reírse de su belleza, y sobre todo, Lucy Punch, que convierte a su rival, propensa a los tics, en un monstruo de sonrisa afilada y nervios de punta, enfocaran sus papeles estando seguras de sus innegables dotes para la comedia. Siendo un filme deslavazado y un tanto vulgar, «Bad Teacher» consigue reformular los códigos de un nuevo género –el de las «bromantic movies», tan de moda con resacones y Apatows varios– sin que se le caigan los anillos.