Bruselas

Un café

La Razón
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El camarero que me atiende todos los días está negro. «Cada vez hay más clientes que me piden que les apunte lo que deben. Hago lo que me dice el jefe, Cristina, pero no lo entiendo. Yo, cuando no tengo para un café, no me lo tomo». Le doy la razón a Manolo. Después añade bajando la voz: «Oye, ¿tú crees que llegaremos a lo de Grecia?». Le contesto que tengo mis dudas, pero que Zapatero se está comportando como sus clientes morosos. A principios de este verano vencen 60.000 millones de euros de deuda española y tenemos que pagar. El empujón a Grecia nos sale por otros diez mil… No tenemos ni lo uno ni lo otro y vamos a pedirlo prestado, o sea, pediremos que nos lo apunten. ¿Qué sentido tiene, en este contexto, que las administraciones autonómicas hayan contratado en el primer trimestre del año 80.000 nuevos empleados, o que el Estado haya tenido más de 240 millones de nuevos gastos en personal en el mismo periodo? ¿De verdad son imprescindibles estas contrataciones? La máquina de gastar es tan peligrosa como indica mi amigo el camarero y hace tiempo que Bruselas nos ha mostrado tarjeta amarilla. Sarkozy y Merkel pedían ayer con urgencia un Gobierno económico de la Unión Europea que empiece por sancionar duramente a quienes se saltan los cinturones de déficit. Aunque España es cuatro veces más grande que Grecia en términos económicos (nuestro PIB es el 12% del europeo y el griego es el 3%), nuestra espiral de endeudamiento es endiabladamente peligrosa. Creo firmemente que Manolo tiene razón: si no tienes para café, no te lo tomes.