Oslo

Paz en Colombia por Cástor Díaz Barrado

La Razón
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Lo único que está claro en el proceso de paz que se acaba de abrir, formalmente en Oslo, entre representantes del Gobierno colombiano y miembros de las FARC es que no se sabe, de antemano, cuál va a ser el resultado de estas negociaciones y que no está garantizado el éxito de los contactos que se vienen manteniendo y que van a continuar en el plan establecido. La voluntad de la sociedad colombiana de acabar, de una vez por todas, con este conflicto y asegurar que Colombia tenga un futuro de paz y prosperidad ha sido expresada desde hace tiempo y, por ello, éste no es el primer intento para lograr la paz. Lo que no está tan claro es que las FARC estén dispuestas a abandonar las armas y a expresar sus ideas por medios pacíficos y democráticos. Ha sido la debilidad de las FARC que se ha producido por la acción de los últimos gobiernos colombianos, la que les ha conducido a iniciar este proceso. Pero hay que evitar, por todos los medios, que estos contactos sean utilizados, de nuevo, para un rearme o la obtención de ventajas políticas por parte de las FARC. La apuesta del presidente Santos no sólo es arriesgada sino que, también, se enfrenta a múltiples imponderables. No parece que haya problemas en que Gobierno colombiano aceptase que miembros de la FARC se integrasen en la vida política del país y participasen, como fuerza política, en unas próximas elecciones, eso sí, una vez que abandonen definitivamente las armas y renuncien completamente a los métodos que han venido practicando hasta ahora. Ahora bien, quedarían por resolver, antes de ello, muchas cuestiones que la generosidad del Gobierno colombiano no podría cubrir. Las FARC, lo que ya es mucho, no sólo han cometido actos terroristas sino que algunos de sus integrantes podrían ser acusados de crímenes contra la humanidad. Y, además, quedaría pendiente, como elemento central, la reparación, en todos los ámbitos, de los daños causados a las víctimas. Un estado democrático debe ser especialmente cuidadoso con estas cuestiones y el Gobierno colombiano es perfectamente consciente de ello. Por esto, el presidente Santos ha afirmado que sabe cuáles son los límites de la negociación. El deseo de la sociedad colombiana de acabar con el terrorismo no supone, en modo alguno, olvidar lo que ha sucedido en Colombia a lo largo de las últimas décadas y estoy convencido de que el Gobierno de Colombia no quiere la paz a cualquier precio. El desarrollo económico y social en este país en los últimos años es muy relevante y ya se han conseguido muchos resultados en el proceso de pacificación. Colombia es un gran Estado con un futuro esperanzador, en el plano político y económico. En esta línea, la desaparición definitiva de las FARC sería una muy buena noticia.