Trípoli
El destino final del tirano
Mientras Libia y la OTAN se esfuerzan por dar con el paradero de Muamar Gadafi, comienzan a surgir especulaciones sobre el futuro del dictador. El Consejo Nacional de Transición (CNT) ha declinado el requerimiento de la Corte Penal Internacional, que acusa al tirano de crímenes de lesa humanidad, dejando claro que desea juzgarlo en Libia una vez aparezca y según las leyes nacionales, por lo que el destino del dictador es aún una incógnita.
La historia ha demostrado que el final de las dictaduras no ha sido casi nunca plácido para sus cabecillas. La lista de tiranos despóticos y sanguinarios cuya vida ha acabado a manos de sus sucesores o del propio pueblo es amplia, y según explica el historiador Franco Cardini en un artículo para «Corriere della Sera», «la cultura cristiana ha heredado de los mitos bíblicos la idea de que el mandatario injusto debe pagar con su propia muerte y sufrimiento el daño que ha infligido».
Otros sátrapas
Así debieron de entenderlo los verdugos de Robespierre y quienes fusilaron a Ceaucescu o a Benito Mussolini, que también colgaron el cadáver de este último del techo de una gasolinera milanesa, donde fue sometido a todo tipo de vejaciones. También los detractores del dictador haitiano Françoise Duvalier, cuyos restos mortales, enterrados con honores de Estado en 1971, fueron exhumados 15 años más tarde para someterlos a un apaleamiento público. Salvando ciertas excepciones (Stalin, Franco o Pinochet, entre otros) que lograron salvarse incluso de la Justicia, la historia ha castigado en vida desde tiempos inmemoriales al «iniustus rex».
Otros dictadores optaron por acabar con su vida in extremis, antes de ser capturados, como lo hizo el emperador Nerón en el 68 d.C o el propio Adolf Hitler junto a su esposa, Eva Braun, el 30 de junio de 1945, protagonizando uno de los episodios históricos sobre el que más especulaciones se han vertido y que más interés ha despertado entre los historiadores del siglo XX. El «romanticismo» creado en torno a estos finales podría inspirar también al ex líder libio. Según su ex ministro de Justicia y antiguo hombre de confianza Mustafá Abdel Jalil –que ahora preside el CNT–, Gadafi «va a suicidarse» ante la certeza de que «sus días están contados», aventuró el pasado mes de febrero. La hipótesis no es descabellada. El propio dictador ha sugerido que jamás será encontrado vivo. Tal vez para no tener que revivir en carne propia la imagen de Sadam Hussein ahorcado y rodeado por un grupo de nuevos funcionarios iraquíes el 30 de diciembre de 2006.
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