Atlético de Madrid
Forlán todo o nada
El Rodax del Río de la Plata
La afición del Atlético de Madrid es proclive al deslumbramiento. En cuanto un futbolista acapara tres portadas en un mes, lo elevan a la categoría de ídolo. Antes que Forlán, han sido aclamados por la grada del Calderón, y recuerdo a vuelapluma, Pedraza, Ruiz, Abadía, Pizo Gómez, el Tren Valencia o Petrov. Por no remontarnos a tanto tiempo atrás, digamos que de Pablo y Perea se ha afirmado que conformaban la mejor pareja de centrales de Europa. Tal cual. Pero ninguno de los pufos colchoneros fue tan gracioso como otro rubio que llegó a cambio de un pastón con la vitola de haber sido Bota de Oro: el austriaco Gerhard Rodax. Sus docenas de goles en el modesto Admira Wacker convirtieron su fichaje en un gran acontecimiento mediático. Fiasco total, claro, pero ni un solo domingo dejó de ser aclamado como «el coloso».
Diego Forlán es un poco mejor que aquel desafinado «Mozart del área», aunque su cotización siempre ha estado por encima de su rendimiento. Se dice que los delanteros han de ser egoístas, pero tampoco hasta el punto de contar antes el número de goles anotados que el de los objetivos alcanzados por el equipo. Se pasó de vacaciones la campaña pasada entera para llegar fino al Mundial. En la recta final, claro, ya estaba cerca de su pico de forma y se pasó por la piedra a los amiguetes del Fulham. Su distinción (individual, faltaría más) en Suráfrica lo ha colmado y ahora piensa estar de pretemporada hasta Navidad. Mientras, su equipo se desangra en las competiciones local y continental, pero él sabe que una buena Copa América le proporcionará otro gran contrato. Y venga todos a cantar «uruguayo, uruguayo».
Lucas Haurie
En contra del tiro en el pie
Cuando Diego Forlán pise el próximo sábado el césped del Calderón, puede que la autodenominada mejor afición del mundo la emprenda a pitos con el jugador. El uruguayo, ídolo de una grada que, sin embargo, le mira con poco cariño, ha dicho que, si llega una buena oferta que beneficie al Atleti y a sus intereses, se irá. No es el único que lo ha dicho, por cierto. El Kun empezó con esa cantinela en marzo, quizá pensando que se iba a salir en el Mundial, pero hay cosas que se le perdonan al argentino y no se soportan de Forlán. A poco que se escarbe en su trayectoria se podrá comprobar que este tipo de cosas las dice Diego cuando quiere mandar un mensaje al club, una entidad partida en dos, en cuya guerra se ha negado a entrar excepto para defender a algún tipo honrado que aún queda por allí. Un club, en su vertiente administrativa y empresarial, que invita poco a vincularse afectivamente, y que prefiere dispensar sus favores dependiendo del esponsor del futbolista.
Forlán puede que sea frío, distante y puede que no pase por su mejor momento, pero no es idiota. Ya habrá podido comprobar que esta afición (con la que ha tenido algunos detalles particulares que no quiere que se cuenten) es capaz de ovacionar a jugadores pasados de peso que llegan tarde a los entrenamientos, a sinvergüenzas que se besan el escudo, y a la vez, capaz de mofarse de compañeros de los que, tomando ejemplo, se han reído en estadios cercanos. De todo eso se ha dado cuenta Forlán, que, repito, no es idiota. Diego volverá por donde suele, porque es imposible que se le haya olvidado esto. Y es imposible que a nosotros, supongo, se nos haya olvidado el verano que nos regaló.
María José Navarro
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