Bilbao

Revilla

La Razón
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El Presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, es un personaje peculiar. Tengo amigos que abominan de él y otros que son partidarios decididos. Lo que nadie puede discutir es que Revilla es listísimo. Hasta hace poco, a La Montaña, a Cantabria, se le decía «la provincia de Santander». El Partido Popular no ha sabido interpretar ese cambio, y ese espacio lo ocupó Miguel Ángel Revilla. Santander capital es mayoritariamente «popular». Tuvo un excepcional alcalde, Gonzalo Piñero, y el actual, Iñigo de la Serna, completamente diferente, cumple sobradamente con las expectativas. Pero Santander no es toda La Montaña, y en el ámbito rural el Partido Popular no se ancló con contundencia. Revilla se ha recorrido Cantabria de norte a sur y de este a oeste, sesenta veces. Comparte las fiestas patronales, canta, baila, preside las partidas de bolos en los corros más recónditos, y habla con desparpajo y gracia. Sabe decir lo que los demás quieren oír. Y en el ámbito rural tiene su alforja de votos, que no le da para gobernar pero sí para decidir quién gobierna. En Cantabria, siempre gana el PP, pero De Diego se quedó a un soplo de la mayoría absoluta, y Revilla quería ser el nuevo presidente. El PSOE tragó y ahí está. Revilla proviene de la derecha. Y la militancia de su partido, el PRC, nada tiene de socialista. Sociológicamente, el regionalismo montañés está mucho más cerca del liberalismo conservador que del socialismo resentido de Zapatero. Pero Revilla ha sido ingenuo, y el grosero incumplimiento del Gobierno de un proyecto adjudicado, le ha puesto en una posición difícil. Miguel Ángel Revilla está obligado, por defender los intereses de Cantabria, a cumplir con su palabra. Los montañeses son pacíficos, civilizados y mayoritariamente españolísimos. No atemorizan a los gobernantes, y éstos se aprovechan de sus futuros. El proyecto del AVE Castilla-Cantabria, es una ilusión lógica, justa y esperada. Ahora, Zapatero y Blanco han decidido paralizarlo y suprimirlo en beneficio del AVE a Bilbao, con un ramalito de limosna dibujado hacia Santander. Y a Revilla se le han atragantado todas las latas de anchoas y ha advertido que con Cantabria no se juega. Bien por Revilla. Ahora le toca cumplir, porque Zapatero no va a rectificar. Y si le asegura que rectifica, le estará mintiendo. Y si Revilla se deja engañar, habría que poner en duda su demostrada inteligencia natural, su viva listeza. Si en treinta días no se reanudan las obras del AVE a Cantabria, paralizadas en Monzón de Campos, Miguel Ángel Revilla tiene que romper su pacto con los socialistas. Y acomodar sus ambiciones políticas a la natural tendencia de los montañeses, que es la conservadora. También haría falta algún gesto de aproximación del PP hacia el PRC, que en muchas localidades se confunden. Revilla es un grano en el trasero del Partido Popular, pero el culpable del grano no ha sido otro que el propio PP, incapaz de seguir el ritmo rural de un montañés activo e inteligente. Revilla no es una anécdota, ni el objetivo de una permanente broma, ni la diana de un desprecio. Es una realidad incuestionable, y si Revilla cumple con su promesa, merecerá todos los honores. El PP está obligado a reconocerle lo que le niega, y Revilla a situarse en donde su propia trayectoria y la de su electorado le demandan. Y ni una sola anchoa más. La situación no está para demagogias baratas ni taxis a La Moncloa. Pero Revilla es digno receptor del máximo respeto.