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El Compromiso con América
Este año los republicanos pueden ganar con las dos manos atadas a la espalda. No tienen más que dejarse arrastrar por la corriente. La sorpresa que pudiera salvar a los demócratas sigue sin irrumpir. Pero con todo, un programa electoral es una cortesía indispensable con el país. Hasta ahora lo que ha caracterizado al partido del elefante es su férrea disciplina en la negativa a colaborar con Obama. Como si de vasos comunicantes se tratara, lo que ha hundido a Obama ha levantado a los republicanos de su postración en 2008. Pero ahora les toca dar la cara y vienen lastrados por la experiencia de hace 16 años, cuando tras dos años de Clinton dieron el vuelco a las cámaras. Fue el estrellato de Newt Gingrich y su contrato con América. Para muchos de sus votantes los polvos que trajeron los lodos de los últimos años vienen del incumplimiento de aquel contrato en la contención del gasto, desde luego, pero también en el estilo de hacer política. La poderosa maquinaria washingtoniana, tan denostada en el resto del país, se tragó los renovadores entusiasmos de los neófitos.
En cualquier elección siempre hay alguien que, en cada bando, compite contra Washington. Hace dos años fue Obama el que se llevó el gato al agua. Pero inmediatamente, a quien le recordara que había prometido cambiar el marrullero estilo capitalino y buscar el consenso respondía: «Yo gané». Implícito: «Y hago lo que me da la gana», lo que no incluye compromisos, sino apisonadoras. Este año todos los triunfos están en las manos de los que pueden hacer campaña contra Washington, ahora propiedad de Obama, y nadie como los entusiastas del Tea Party.
Tras dos años de identificar la política con la resistencia, y con la referencia del elevado listón del «contrato» del 2004, tanto para bien como para mal, el programa/manifiesto que han sacado a la luz se titula Compromiso con América. Es desde luego un compromiso interno del partido republicano clásico con sus respondones «teapartiers». Proclama todos los principios que éstos invocan, lo que al fin y al cabo no significa otra cosa que reivindicar los de los padres fundadores y la Constitución americana: gobierno limitado, estado limitado, iniciativa individual. Le faltan concreciones pero, al fin y al cabo, no es el momento en el que la Presidencia vaya a caer en sus manos. Es un comienzo, más que un final.
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