Barcelona

Juego sucio por Toni Bolaño

La Razón
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Rubalcaba ha descubierto al enemigo. Son los catalanes. Se ha unido a Karina para buscar en el baúl de los recuerdos y ha encontrado en la «catalanofobia» su piedra filosofal para intentar ganar un congreso que tiene perdido. Don Alfredo se afana en afirmar que los socialistas catalanes son los malos de la película. Fuera de foco, el candidato no duda en equiparar socialismo catalán y nacionalismo. Sabe que es falso, pero los números le quitan el sueño. Es la hora del todo vale, del juego sucio. Es la hora del «comando Rubalcaba».

Este comando, con forma de medios de comunicación, ataca a Chacón sin mesura. Los que disparan desde Madrid afirman que es poco española. Los que tienen sede en Barcelona que es poco catalana. Un ejemplo. Chacón se presentó en Andalucía diciendo que era catalana y española. Eso para el catalán «comando Rubalcaba» –y para los nacionalistas catalanes– es una renuncia a su catalanismo. Es arrodillarse ante España, sucumbir al centralismo. Por el contrario, el activo «comando Rubalcaba» madrileño presenta a Chacón como una nacionalista irredenta que pretende catalanizar el PSOE, alejarlo del ideario socialista y que renuncia a España. Sin tapujos el «comando Rubalcaba», en un alarde de funanbulismo, la acusa de una cosa y de su contraria. Pura esquizofrenia o puro pánico ante una derrota inminente. Decía el candidato que cantaría las cuarenta a los del PSC. Que les leería la cartilla. Ayer estuvo en Barcelona. No consta que leyera ninguna cartilla. Chacón también estuvo con la delegación catalana. Consolidó apoyos. El «comando Rubalcaba» reinterpretará el encuentro. Dirá que el candidato puso firme al PSC. Sin que sirva de precedente, tiene razón. Lo puso firme al lado de Chacón. La candidata lanzó un mensaje sencillo que contrastó sobremanera con el de Rubalcaba. Chacón, simplemente, fue la voz del cambio. De ese cambio que ansían todos los socialistas –también los catalanes– para superar la peor derrota de la democracia. De ese cambio, en el que todas las opiniones cuentan. Desde la de Felipe González hasta la del militante socialista del pueblo más recóndito de España. El «comando Rubalcaba» lo sabe, y está nervioso. El tiempo se acaba y Sevilla está ya a la vuelta de la esquina.