Asia

China

Birmania vota a punta de pistola

A priori no es fácil explicar el desinterés de los birmanos por las elecciones que se celebran hoy, pues teóricamente podrán votar por primera vez en 20 años y tumbar una dictadura militar que ha convertido el país en un catálogo de desgracias

Dos monjes birmanos sujetan una pancarta con la cara de la opositora Aung San Suu Kyi, premio Nobel de la Paz y en arresto domiciliario
Dos monjes birmanos sujetan una pancarta con la cara de la opositora Aung San Suu Kyi, premio Nobel de la Paz y en arresto domiciliariolarazon

Cuando los británicos se fueron hace 60 años, Birmania competía por convertirse en el primer exportador mundial de arroz. Hoy no produce suficiente para alimentar a su propia población y uno de cada tres niños sufre desnutrición.

Rica en recursos naturales y piedras preciosas, Myanmar (antes Birmania) posee también las mayores reservas de hidrocarburos de Asia, especialmente de gas natural. La extracción de estos recursos se vende a China, Tailandia e India, generando más de 5.000 millones de dólares, que sirven para mantener a una élite militar que sueña con armas nucleares y sus omnipresentes empresas: 350 mil empleados que, junto a sus familias, suman unos dos millones, menos del 5% de la población.

Pobreza «subsahariana»

El resto de los birmanos, simplemente, sobreviven de las sobras, en un entorno de pobreza «subsahariana», donde cosas como el agua corriente o la electricidad son un lujo que muy pocos pueden permitirse. Las alcantarillas discurren a cielo abierto en plena ciudad y las viejas construcciones coloniales se vienen abajo de pura decrepitud. La ONU considera que el birmano es el segundo peor sistema sanitario del mundo, sólo por detrás de Sierra Leona.

En una clínica del centro de Rangún, una anciana llevaba esperando 11 horas para ser atendida de un caso de urgencia extrema, ante la desesperación de sus familiares. Era afortunada, porque tenía acceso y dinero para tratarse, algo impensable para la mayoría.

Myanmar tiene otra infausta medalla de plata: según Transparencia Internacional, es el segundo país más corrupto del mundo, sólo por detrás de Somalia. En las ciudades, la mayoría de los birmanos son conscientes de vivir en una absoluta tiranía. Han dado varias muestras de ello. En 1990, la Junta Militar convocó unas elecciones, pero el partido opositor, la Liga Nacional para la Democracia (LND) de la premio Nobel Aung San Suu Kyi, hija del héroe de la independencia, alcanzó la mayoría absoluta. Como consecuencia, Suu Kyi fue condenada a arresto domiciliario, en el que aún sigue, y se invalidó el resultado. Los militares, asustados ante el rechazo popular, recrudecieron su dictadura, aplastando cualquier tipo de disidencia. Hasta hoy, fecha en que pretenden repetir la farsa electoral y hacer creer al orbe que Myanmar, que acaba de cambiar su nombre, su capital y su bandera, va a transformar también su régimen político, inaugurando una democracia «con características birmanas».

«Todo es una farsa. Los birmanos no quieren saber nada de las elecciones porque no creen en ellas. En los 90 hubo discursos en las calles y había algo de debate, ahora no hay nada», se queja un activista de Rangún, que ha estado en la cárcel y prefiere no rebelar su identidad.

Esta vez el partido oficialista, USDP, formado por ex militares, ha sido el único que ha tenido información, organizacion y dinero suficientes para presentar candidatos en todas las circunscripciones. Flanqueado por otro partido semioficialista, sus furgones de propaganda electoral son los únicos que podían verse estos días en el país. Su presencia era intimidatoria. A Suu Kyi le han prohibido presentarse, con la excusa de que tuvo hijos con un extranjero, algo que la ley electoral no permite. Sin embargo, una escisión de su partido, Fuerza Democrática Nacional sí se presenta. Es la única oposición a este engaño.