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Resignación

La Razón
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El Atlético empezó la temporada como un caballo de carreras y tras tropezar con el primer obstáculo serio (la dolorosa «manita» del Camp Nou), el trote mulero ha desterrado al grácil galope del pura sangre. Desde entonces, la secular fatalidad rojiblanca ame-naza con destrozar la ilusión de los corazones más puros. Y no es eso. ¡Abajo el pupismo! Cierto que Manzano podría estar despistando a sus jugadores con las rotaciones, al más puro estilo Quique Sánchez Flores –ya sabemos cómo acabó el sobrino de «La Faraona»–, y con algunas decisiones tácticas en el centro del campo que lastran al resto del equipo; pero no lo es menos que actuaciones siniestras como las del taimado Fernández Borbalán le condenan.

Suele suceder que la obra de arte de Ponzio o el penalti señalado, o no, tienden a minimizarse al compararlos con el golazo de Messi o la pena máxima que pitaron o dejaron de pitar a Cristiano. La hoja caduca frente a la perenne, así es el fútbol. Lo cual acompleja o resigna. El Atlético ha entrado en la segunda fase. El juego, vistoso en los albores de temporada, ahora es opaco y espeso, recuerda demasiado a desastres recientes; quizá por ello se pasa de puntillas por un arbitraje como el perpetrado por Borbalán o ni siquiera se analiza. Si fue penalti lo de Sílvio, también debió serlo la mano posterior de Bigas, flagrante, y Ramis tuvo que ver la segunda amarilla por una entrada por detrás. El colofón, el penalti de Bigas a Diego en el último minuto. Ni siquiera un atlético como Javier González Ferrari lo menciona. Le vence la desazón; triunfa la resignación.