Independencia de Reino Unido

Los escándalos sexuales un clásico de Westminster

La Razón
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LONDRES- Los líos de faldas de los políticos –ya sea como víctimas o, directamente, como protagonistas– siempre han sido un clásico en Westminster. Uno de los casos más notables fue el escándalo de John Profumo, ministro de Guerra a principios de los sesenta. Profumo se volvió loco por una corista que a su vez había tenido encuentros íntimos con un conocido espía soviético, por lo que se convirtió en todo un culebrón en su época.
La era de Thatcher tampoco estuvo exenta de escarceos. El protagonista en esta ocasión fue David Mellor, que dirigió varios ministerios a principios de los noventa y alcanzó una notable influencia en el Partido Conservador. Con su meteórica carrera, Mellor llegó incluso a soñar con Downing Street, pero la prensa sacó a la luz su mayor secreto cuando entrevistó a su amante: en los momentos de pasión, al político le subía la líbido ponerse la camiseta del Chelsea. Por otra parte, a Gordon Brown le tocó la oveja negra con el diputado laborista Nigel Griffiths, quien fue pillado manteniendo relaciones sexuales con una joven en las oficinas del Parlamento, con la mala suerte de que justo ese día los británicos conmemoraban a los caídos en el campo de batalla. Para colmo, ella no era su esposa. Pero, sin duda, el mayor bombazo de los tiempos modernos tuvo lugar el año pasado, cuando se supo que la ultrarreligiosa Iris Robinson, esposa del primer ministro de Irlanda del Norte, mantuvo una relación extramatrimonial con un joven de 19 años al que además ayudó a montar su propio negocio por medio de un posible tráfico de influencias.