Aborto

De Morín a Montes

La Razón
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Así como el Gobierno socialista legalizó el aborto libre a raíz del patibulario caso del doctor Morín, que amenazó con arruinar el negocio de las clínicas abortivas por su trituradora brutalidad, tampoco estaríamos ahora debatiendo la llamada «ley de muerte digna» si no hubiera trascendido el siniestro caso del facultativo Montes, aquel anestesista del Hospital de Leganés cuya soltura con las sedaciones, aparte de llevarle ante la Justicia, le procuró un lugar destacado en la secular cofradía de los «matasanos». Si el propósito real de la ley del aborto fue darle cobertura legal a la industria para que la Guardia Civil no metiera las narices en sus desagües y aspiradoras, la «ley de muerte digna» es el cumplimiento de una promesa para legalizar con efecto retroactivo a Montes, facultativo que el PSOE lanzó como víctima contra Esperanza Aguirre a ver si la anestesiaba y lo único que logró fue despertarla aún más. Pero hablado de víctimas conviene recordar que, a petición del juez, un comité médico formado por 11 especialistas independientes llegó a la conclusión de que, al menos en 34 cuatro casos, a Montes se le fue la mano y aplicó sedaciones terminales inadecuadas y contraindicadas. Más en concreto, en cuatro casos los pacientes ni siquiera eran enfermos terminales y «si tenían alguna posibilidad de superar el evento que generó su ingreso, la sedación terminal eliminó la posible expectativa de supervivencia». No se recuerda en la historia reciente de la medicina española una condena tan rotunda de la mala praxis de un colega. Pues bien, si sale adelante el proyecto de Leire Pajín, la gran mayoría de aquellas 34 malas prácticas serán legalizadas. Así lo denunció ayer la Conferencia Episcopal tras haber realizado un minucioso análisis de la ley, sin dejarse embaucar por esa retórica que suelen emplear ciertos políticos para dorarle la píldora al ciudadano o sedar políticamente a los desprevenidos. No obstante, para los que no acepten el criterio de los obispos, encontrarán la prueba definitiva de que tras la «ley de muerte digna» dormita agazapada una suerte de eutanasia encubierta en este dato: el facultativo Montes está encantado con el proyecto. Lagarto, lagarto. Ilustrativo cierre a ocho años de un Gobierno que hizo de Morín y Montes dos símbolos de sus impulsos ideológicos.