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Cuando el amor es una guerra
Director: Alain Resnais. Guión: A. Resnais y L. Herbiet, según la obra de C. Gailly. Intérpretes: André Dussolier, Sabine Azéma, Anne Consigny. Francia, 2010. Duración: 104 min. Comedia dramática.
Hagamos memoria. A Alain Robbe-Grillet no le gustaba hablar de «nouveau roman» sino de «école du régard», escuela de la mirada. Puestos a colgar etiquetas, mejor definir la literatura como el acto de saber mirar. En sus novelas el lector es detective y «voyeur», constructor a la vez que destructor de un laberinto de imágenes que se bifurcan, se repiten y se contradicen una y otra vez. Mirar, como crear, es una aventura del lenguaje. Resnais, cuya colaboración con Robbe-Grillet cristalizó en la majestuosa «El año pasado en Marienbad», sigue siendo, a sus 89 años, un aventurero, y sigue también teniendo fe en el lenguaje. Cualquier objeto –por ejemplo, una billetera encontrada al azar en un parking– puede ser el origen de un relato, y al mismo tiempo no serlo. Las historias, como las emociones, son malas hierbas que crecen donde menos te lo esperas, que rasgan la textura uniforme del sentido común; que aparecen, en fin, para ser arrancadas y volver a nacer.
Según Resnais, la dimensión selvática, arbitraria e impetuosa de las malas hierbas se encarna a la perfección en las texturas del «amour fou». El resultado es una comedia romántica que, contagiada de esa locura, se transforma a veces en delirio perturbador, en sueño soñado por una voz omnisciente, en película bélica («Los puentes de Toko-Ri») en fuera de campo. El amor es una guerra, un tira y afloja de corazones incendiados, y «Las malas hierbas» registra las tensiones entre ese par de corazones propensos al accidente verbal y al acoso impropio con una ligereza, con una falta de gravedad, con una frescura que resultan más admirables aún en alguien que está a punto de cumplir los noventa. Difícil encontrar en la cartelera película más leve y profunda, más libre y salvaje que esta obra maestra que acaba volviendo a empezar, con un avión cayendo en barrena y una niña preguntándose si algún día será un gato y comerá chocolatinas. Pero esa sería otra historia, otra mala hierba, otro mundo que explorar.
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