España
Estamos locos o qué por César Vidal
Me encuentro en casa trabajando cuando se interrumpe la emisión de 24 horas de RTVE para anunciar una urgente rueda de prensa en La Moncloa. Dado que España está al borde de la suspensión de pagos desde hace tiempo y que ZP y sus cuates se niegan a adelantar la transmisión de poderes, me temo lo peor. En otras palabras, me espero un anuncio de que la Unión Europea ha decidido dejarnos fuera del euro o de las decisiones políticas o de que el Fondo Monetario Internacional ha anunciado nuestra intervención. Pues no. La razón para convocar a los medios con la mayor urgencia era que la comisión que se había dedicado durante meses a zanjar el espinoso tema del futuro del Valle de los Caídos había llegado a un documento de consenso. Con una excepción. Tres de sus miembros –Pedro González Trevijano, Feliciano Barrios y Miguel Herrero de Miñón– han considerado más prudente no sacar el cadáver de Franco de la basílica mientras que los otros opinan que sí hay que hacerlo. Inmediatamente, a los medios han ido saltando reacciones de unos que se sienten ofendidos porque Franco va a permanecer en el mismo lugar donde lo colocaron al fallecer en 1975 mientras que otros se duelen porque va a perder su naturaleza un monumento que, en no escasa medida, se alzó a la mayor gloria del invicto Caudillo. Pero vamos a ver, ¿estamos locos o qué? Hemos superado los cinco millones de parados; nuestra deuda pública tiene una prima de riesgo propia de una nación ya intervenida; los sindicatos siguen ciegos a la necesidad de reformas que hay que afrontar; ZP y su muchachada se han empecinado en agotar hasta el último día las delicias del poder y las posibilidades de otorgar subvenciones e indultos; Mariano Rajoy no va a celebrar un consejo de ministros hasta el 23 de diciembre –o sea, casi otro mes sin nadie al timón– y ¿la noticia del día es que seguimos enzarzados por la interpretación de un monumento que se levantó hace décadas en relación con una guerra que se libró hace más de setenta años? Verdaderamente, cuando veo situaciones así me siento enormemente pesimista en relación con el futuro de España. El Titanic se hunde sin remisión y, en lugar de ver cómo se salva al mayor número de pasajeros, los viajeros del camarote 66 se han puesto a discutir gritando «la sortija no te las puedes llevar tú porque me la prometió mamá el día que murió el primo Andresito». En cuanto a los cinco millones de parados, los dependientes que no recibirán atención, los ancianos cuyas residencias han dejado de ser subvencionadas o los enfermos que no podrán ser operados que no se preocupen. Las prioridades son las prioridades y todavía nos estamos aclarando con una guerra que comenzó hace tres cuartos de siglo.
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