Literatura

Lorca

El pasado oscuro del detective

Lorenzo Silva vuelve a la novela policiaca con «La marca del meridiano», que ganó el Premio Planeta. Una nueva y apasionante investigación de los guardias civiles Bevilacqua y Chamorro, dos personajes clásicos de la literatura española que, en esta ocasión, se adentran en el país actual para mostrar los aspectos más turbios.«LA MARCA DEL MERIDIANO»Lorenzo SilvaEditorial Planeta399 páginas, 19,95 euros. E-book, 9,99 euros

LA SONRISA DEL GANADOR Lorenzo Silva ganó el Premio Planeta, que homenajea y consagra a su pareja de investigadores
LA SONRISA DEL GANADOR Lorenzo Silva ganó el Premio Planeta, que homenajea y consagra a su pareja de investigadoreslarazon

El lector tiene que saber varias cosas antes de empezar a leer esta novela de Lorenzo Silva que ha obtenido el premio Planeta 2012: primero, que, aunque es ya la séptima novela donde aparecen sus personajes Chamorro y Bevilacqua, que trabajan en la Guardia Civil, «La marca del meridiano» podría leerse perfectamente sin conocer las anteriores. Silva construye una historia con su tiempo pasado y presente, donde cada personaje explica su mundo, lo que les llevó ahí y lo que les ocurre en su presente. Segundo, que siendo una novela policíaca es mucho más, como suele suceder en la buenas novelas policíacas, y que ya vemos en Chandler o en Hammett, en realidad una metáfora del mundo y, sobre todo, del mundo que le toca vivir a los personajes, de las alcantarillas que forman parte de sus calles y de ese elemento de condenación/salvación que suele ser un amor perdido del protagonista. Tercero, la novela de Silva busca la actualidad de la España de ahora mismo desde una juez que habla de magistrados que intervienen a su gusto y medida los teléfonos y acaban en el banquillo, a ese arco del meridiano de Greenwich que nos encontramos en la carretera de Zaragoza-Barcelona y que no sólo determina el este y el oeste, sino que, para los personajes de Silva, señala esa «marca» que divide a Madrid y Barcelona, como menciona Silva en su última página, y que para el brigada Bevilacqua también parece dividir su ayer de su presente y su futuro. «Sólo los que habíamos cruzado la línea alguna vez, los que conservábamos sobre la piel y el alma la marca del meridiano, sabíamos hasta qué punto podía llegar a pesar aquella cicatriz», dirá Bevilacqua.
Lorenzo Silva, abogado madrileño, entró con fuerza en la literatura ya con su tercera novela, «La flaqueza del bolchevique», finalista del Nadal en 1997. Y al año siguiente publicó «El lejano país de los estanques», donde aparecieron por primera vez sus personajes, Bevilacqua y Chamorro, y que ahora en «La marca del meridiano» han envejecido y él ya es brigada y ella sargento, pero siguen en la brecha.

Un desafío notable
En su novela «El alquimista impaciente», Nadal 2000, volvieron a aparecer, y se convirtieron en habituales en el panorama literario español. En realidad, un notable desafío, pues crear unos personajes literarios en España que fueran guardias civiles y además bastante cumplidores de las ordenanzas del Cuerpo, era bastante difícil donde la represión política y los charoles de Lorca marcaron a esa institución. De hecho, Silva construye un personaje (principalmente el del brigada) con amalgama de detalles que a primera vista parecieran contradictorios, pero que en realidad «personalizan» al guardia civil: se despierta con los himnos de la Legión pero cita a Kafka, Lacan, Cohen, Melville, y lee a Houellebecq. El asesinato y tortura del subteniente en la reserva Robles, que fuera jefe y amigo en el pasado de Bevilacqua, es el disparo de salida de una complicada misión que hará recorrer a Bevilacqua, Chamorro y al número Arnau media España, tener que colaborar con el Servicio de Asuntos Internos de la propia Guardia Civil y con los Mossos de Barcelona. Corrupción, tráfico de drogas, trata de blancas, irán construyendo el cuadro de fondo de la investigación. Aunque en esta novela, con un gran poso de melancolía, serán el propio pasado del brigada y algunos claroscuros de cuando era joven, el mar de fondo que amenazará el presente de un Bevilacqua que ya piensa en la jubilación.

Silva no ha querido hacer una novela de aquellas duras del género negro: digamos que obliga sólo a asomarse a sus personajes al abismo y piadosamente los retira un poco antes del derrumbe, aunque el lector asume que un empujón más y la amargura, la tristeza y el arrepentimiento inundarían con facilidad el corazón de Bevilacqua. Quizá porque estos tiempos, en realidad, son así, y seguramente estamos más próximos a «Sed de mal» que a «El Alcázar no se rinde».