Nueva York

Neil Labute : «La gente está más loca que los personajes que escribo»

El autor de «Gorda», «Amigos y vecinos» y «En compañía de hombres» dirige en el Fringe un díptico junto a Marco Calvani

Neil Labute : «La gente está más loca que los personajes que escribo»
Neil Labute : «La gente está más loca que los personajes que escribo»larazon

Prejuicios sociales, homofobia, familias disfuncionales, Medeas del siglo XXI... El escritor que ha pintado de negro el alma americana en el teatro y el cine trabaja por primera vez en Madrid, dentro del festival Fringe, en un doble estreno junto al italiano Marco Calvani: «Cosas de este mundo / Miel en los labios».

-En este proyecto usted dirige una nueva obra de Calvani y él una suya. ¿El mundo de Calvani tiene algo que ver con el suyo, tan oscuro?
-Él quizá lo sea incluso más que yo... Warren Leight coincidió con nosotros en La MaMa y me dijo: «Puede que ésta sea una de las primeras ocasiones para ti en la que otra obra es más oscura que la tuya». Así que compartimos un espíritu, un interés. Aunque tampoco es que yo tenga que buscar temas tenebrosos; sencillamente, no me asustan. Tan sólo estoy interesado en hacia dónde puede ir el teatro. Dimos con un tema, la familia, y lo estiramos hacia extremos opuestos, pero igual de lejanos. Personas del mismo sexo, hijos de matrimonios anteriores, niños adoptados... Familia es un término que ha ido creciendo desde su sentido inicial.

-¿Hay algún límite que no se haya atrevido a cruzar?
-Me siento feliz cruzando cualquiera. No sé si hay una frontera que no haya traspasado. Pero no es algo que vaya buscando, ni pienso: «Hasta aquí puedo llegar». No hay ningún tema que no pueda abordar. A veces es cuestión de tiempo, la gente puede creer que aún es pronto para algo. Por ejemplo, escribí una obra que transcurría en el marco del 11-S y que se estrenó en Nueva York un año después de la tragedia. Creo que para algunas personas era aún demasiado pronto para hablar de eso. Hubo otra antes, «The Guys», que era algo sentimental y trataba sobre los bomberos que murieron. La mía no era en absoluto así ni tenía que ver con la experiencia: yo no lo viví, pero sí experimenté lo que ha pasado después. Era más la historia de una relación que sucede en aquellos momentos. La gente puede decir: «Has ido muy lejos». Yo respondo a cosas reales de forma negativa. Para mí es difícil ver un documental o escuchar las noticias: en una obra a una chica le pasa algo con su tío, o una madre y una hija se dicen cosas... Y entonces te enteras de que un tipo en Viena ha encerrado a una adolescente en un sótano y ha tenido hijos con ella durante veinte años. Entonces pienso: no voy a escribir sobre nada así, porque este tío ya lo ha hecho, cada día, durante veinte años. La gente siempre está más loca que los personajes que escribo.

-Por otro lado, siempre emplea el humor, eso ayuda...
-La gente lo usa para hacer reír a otros, pero también suaviza a las personas. Yo a veces lo uso para hacerlas reír y otras para que se relajen antes de golpearlas de nuevo.

-¿Alguna vez se le ha malentendido? ¿Ha asumido las críticas?
-Ha habido reacciones, críticas, pero no me he sentido culpable. Por ejemplo, en el caso del 11-S, puedo entender a la gente, pero no escribí la obra para que quienes perdieron a un ser querido se sintieran mal. No soy responsable de aquello y es algo de lo que se puede hablar. Durante la II Guerra Mundial, se escribía de lo que ocurría. ¿Deberían los fotógrafos de guerra no sacar imágenes porque es demasiado pronto? ¿Puedo mostrar a un niño palestino muerto dentro de diez años pero no hoy? No tiene sentido.

-¿Cree que hay mucha hipocresía?
-No, el problema es que la gente confunde las noticias con el arte, que es lo que hacemos nosotros. Pero yo no lo veo así: rara vez escribo algo que tenga una historia específica. Puede que use algo diferente, como llevar la historia de Medea a la actualidad. ¿Es mala porque mató a sus hijos o la gente a veces mata a sus hijos y tenemos que tratar de entender por qué? Ocurrió, al menos según el mito, hace 3.000 años. Y ocurre hoy en día.

-Bromas aparte, ¿es feliz?
-Generalmente sí, pero puedo ir arriba y abajo a lo largo del día... si no tomo mi medicación. En serio, es difícil decir si un día ha sido feliz.

-Supongo que, por sus obras, la gente tiene una imagen preconcebida de usted. ¿Le molesta?
-Nunca la cambiaré. Aún me preguntan si soy misógino. Antes explicaba que no era así, ahora me limito a decir no y pasar a la siguiente cuestión. O me preguntan por la iglesia de los Mormones, cuando ya no pertenezco a ella [LaBute se hizo mormón al casarse con su esposa]. ¡Deberían leer Wikipedia más a menudo! La gente trata de meterte en un archivador, porque han leído esto o aquello sobre ti. No puedo preocuparme por eso: siempre habrá gente a la que no le gustes y otros a los que sí... Yo me limito a hacer el trabajo que mejor se me da.
 

Dos caras de los indignados
Dice Neil LaBute que no es una persona muy política. O al menos no de forma directa. «Lo soy pero me gusta la mirada de la gente de la calle». En Londres acaba de estrenar una obra cuyo argumento tiene que ver con el movimiento Ocuppy, el espejo angloamericano del 15-M. «Es sobre un chico, hijo de padres acomodados, que quiere regresar a Nueva York a unirse al movimiento, pero no tiene dinero, y se lo pide a su padre. Éste se pregunta: ¿a ver, o sea que me pides dinero para poder irte de aquí a gritar cuánto me odias?». Y explica que «trato de ver ambos lados y al final acabo hablando de un padre y un hijo, eso me resulta más interesante que escribir de Wall Street». Su mensaje es más humano que político: «No tomo partido, no elijo: el tipo que más me interesa es aquel al que todos odian».

Un italiano y un americano
LaBute y Calvani (dcha.) han escrito «Miel en los labios» y «Cosas de este mundo», respectivamente, y cada uno dirige el texto del otro. Es un proyecto que comenzaron en Spoleto y que llega en dos días –ayer y hoy– a Conde Duque, dentro del Fringe. «Ambos somos dramaturgos y directores, y teníamos experiencias similares: nadie nos llamaba para dirigir textos ajenos. Así que dijimos: escribamos algo, yo dirigiré lo tuyo y tú lo mío», explica LaBute.