Barcelona

4 iconos en la obra de Tàpies

4 iconos en la obra de Tàpies
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ICONO 1
La cruz, siempre presente

La cruz es el símbolo que siempre ha estado presente a lo largo de la obra de Tàpies. Son dos trazos marcados con fuerza. Es una presencia retadora: marca el límite del conocimiento humano frente a la naturaleza y el espíritu. La cruz para Tàpies es el enigma. Había dicho que su obra, si servía para algo, era para meditar, para pensar en nuestra vidas. La cruz marca el espacio y marca el tiempo.


ICONO 2
«El calcetín»
más polémico de la historia del arte
«El calcetín», la obra de Tàpies que más ha dado que hablar, iba a medir más de 18 metros y a estar situada en el Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC), pero allá por 1991, la institución rechazó la obra y causó, de pasó una polémica que aún se recuerda. En 2010, una versión de 2,75 metros se instaló en una terraza de la Fundación Tàpies en Barcelona. Con esta heterodoxa escultura, Tàpies quiso rendir reivindicar el papel de lo mínimo, de los objetos pequeños y cotidianos, en el mundo del arte. Aunque para más de un detractor del artista, en su día al menos, un calcetín agujereado no fuera arte.


ICONO 3
«La silla», otro debate para creadores y críticos

Tàpies se propuso ennoblecer los objetos de la vida cotidiana, como ya hizo anteriormente con el famosísimo calcetín agujereado. Quiso sacar a la silla del contexto rutinario en el que se la puede representar y en el que tenemos contacto con ella. Tàpies la situó en la parte de arriba de la fundación envuelta en un armazón de hierros que parecía una nube, volviéndola etérea, ligera, flotante. Fue, para el artista, un objeto que simbolizaba la contemplación, la meditación y el pensamiento. Efectivamente, en 1990, esta pieza se ubicó en el tejado de la Fundación del artista en el barrio del Eixample barcelonés.


ICONO 4
«El cuerpo», el territorio de la vida y de la muerte

Atraído por la poesía mística y la meditación, Tàpies sin embargo mostró el cuerpo en toda su carnalidad. No un cuerpo idealizado de formas perfectas. Plasmó la materia del cuerpo, con sus pliegues misteriosos y la oscuridad pudorosa de la carne que envejece. Un torso, el pie –considerado una parte innoble de la anatomía–, las axilas, el bello, los cabellos... aparecían con realismo en sus cuadros.