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Durban: sin ganas de salvar la Tierra

Tras dos semanas de negociaciones y reuniones oficiales, hoy concluye la XVII Cumbre de la ONU sobre Cambio Climático. Herida de muerte desde el primer día, la cita de Durban (Suráfrica) echa el cierre sin esperanza alguna –salvo sorpresa mayúscula– de alcanzar un acuerdo importante para sentar las bases para la lucha contra el calentamiento global en la próxima década.

Árboles y dinero. Activistas se manifiestan en la sede de la cumbre
Árboles y dinero. Activistas se manifiestan en la sede de la cumbrelarazon

MADRID- El motivo no es otro que el bloqueo que tanto China como Estados Unidos –los dos países que más contaminan– vienen imponiendo y que hace imposible lograr la principal tarea de Durban: decidir el futuro del Protocolo de Kioto, que expira en 2012, y poner fecha a un nuevo acuerdo vinculante de reducción de emisiones que incluya a los principales emisores, sin esperar a 2020. La Unión Europea recabó ayer el apoyo de 90 países para su plan de prolongar Kioto para llegar a un acuerdo definitivo en 2015 que entre en vigor en 2020. Pero fueron las islas-Estado y los Países Menos Desarrollados (PMD) la que dieron su respaldo al plan europeo, y no los principales emisores y los países emergentes.

Sin opciones hasta 2020
«En 2020 será demasiado tarde», alerta la comisaria europea de Acción para el Clima, Connie Hedegaard. Pero parece que habrá que esperar: «No hay opciones de aprobar un texto ya que EE UU no quiere ningún pacto vinculante antes de 2020». Es la opinión de Aída Vila, portavoz de la campaña contra el cambio climático de Greenpeace, y la de la mayoría de los delegados. No obstante, Vila cree que «los países emergentes se están dando cuenta de que se juegan mucho», aunque finalmente «opten por la vía fácil, por alinearse con EE UU». A pocas horas del cierre definitivo de Durban, Vila aseguraba ayer que el posible acuerdo se alejaba cada vez más, pues en cada nuevo borrador «se van ampliando las opciones, en vez de cerrarlas».

Esas opciones son básicamente tres: no reemplazar Kioto y negociar en los próximos meses un compromiso vinculante, como exigen los países menos desarrollados; sustituir el protocolo por el acuerdo de Durban para llegar a un acuerdo en 2015 al que se sumen China y EE UU, que entraría en vigor en 2020; o, sencillamente, no hacer nada. Algunos de los activistas en la ciudad surafricana se decantaban ayer por esta última opción como la más probable. Es el caso de Tom Kucharz, portavoz de Ecologistas en Acción: «Me temo que no se va a hacer nada, se está jugando a perder el tiempo y es una inacción criminal. Habría que preguntarse para qué sirven estas cumbres».

Ésa era la pregunta que ayer se hacían muchos delegados. Y no es para menos. Han sido 12 días de discusión con 15.000 delegados, un coste desconocido, pero millonario (sólo la Convención de la ONU para el Cambio Climático gastó gran parte de su presupuesto anual, 25 millones de dólares, en la cumbre, como reconoció a este periódico). Y los resultados son nulos. Algo parecido a lo que ocurrió en Copenhague en 2009 y en Cancún (México) en 2010.

«Aunque se lograse prolongar Kioto, sería muy descafeinado, ya que no estarían incluidos los países más contaminantes», asegura Teresa de Lara, ex portavoz del PP en el Congreso sobre Cambio Climático. El único objetivo que parece más cercano a lograrse es la creación de un Fondo Verde para el Clima de 100.000 millones de euros anuales que permita, a partir de 2020, que los países en desarrollo puedan adaptarse para luchar contra el cambio climático. No obstante, el origen de la financiación es todavía un delicado asunto por resolver.

 

Consecuencias políticas del «climagate»
A la cumbre del clima de Copenhague de 2009 acudieron 120 jefes de Estado; a la de Durban, 13. Estas cifras ilustran la falta de voluntad política para llegar a un acuerdo. La crisis económica se ha esgrimido como motivo para que los gobernantes hayan dejado de preocuparse por el calentamiento global. Pero no es el único. El «climagate» también ha influido. El escándalo surgió a finales de 2009 por las exageraciones en torno al aumento de la temperatura global emitidas por el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático, en el que se basan las decisiones de la ONU.