Santiago de Chile
Jorge Edwards: «El tema de la literatura siempre es uno mismo»
Profesión: Escritor.Nació: En 1937, en Santiago de Chile (Chile).Por qué está aquí: presenta en España su nueva novela, «La muerte de Montaigne» (Tusquets)
–Ha afirmado que se reconoce en Montaigne, el protagonista de su nueva obra.
–Uno siempre se identifica con el personaje. Montaigne admite que el tema de los ensayos es él mismo. Pero el tema de la literatura siempre es uno mismo.
–¿Qué le atrajo?
–Su reflexión sobre la madurez, el paso del tiempo y la muerte.
–¿Qué aporta Montaigne al mundo actual?
–El gusto por la libertad, la calidad de vida, la pasión por la belleza en un mundo obsesionado con el materialismo. Él defiende que seamos menos esclavos de los objetos, y más libres.
–Y a los jóvenes.
–¡Él es el escritor más joven! No especula sobre el pasado o el futuro. Ama el momento presente. Y nunca olvida ese aspecto. Enseña que lo verdaderamente importante es tener calidad de vida, mucho más que tener cosas.
–Entonces, en nuestra sociedad, él sería alguien incorrecto.
–Porque no es un hombre de partido. Sería criticado por la izquierda y por la derecha.
–¿Y usted no es de partidos?
–¡No! Una vez critiqué el castrismo y ése fue mi pecado. Montaigne pertenece a esa especie humana que hace críticas, aunque no sea conveniente.
–¿Qué diría él de Castro y de otros dictadores?
–Que son poco recomendables. Él amaba la libertad. Incluso desconfiaba de las obligaciones de la corte. Es un analista de la vida que desconfía de las teorías.
–Hablando de cortes y de Francia, ahora es embajador en París.
–Me lo ofrecieron... Nunca puedes decir que no a París. Ha sido como recobrar un amor de juventud.
–¿Qué tal ha sido el reencuentro con esa ciudad? Ya estuvo hace muchos años.
–Aquí conocía a Cortázar, Vargas Llosa... Veníamos a París porque en España había una dictadura. Hice amigos de Perú, Argentina, de todos los países de América Latina. Descubrí qué era ser iberoamericano en París.
–No es el primer ejemplo de un escritor que es diplomático.
–Pero me temo que soy el último escritor diplomático que va a quedar. Los novelistas acudían a la diplomacia porque tenían tiempo para desarrollar su obra. Hoy ya no es así.
–¿Wikileaks?
–Demuestra una cosa que ya es muy antigua y que se sabía: el gran secreto de la diplomacia es que no tiene secretos. Sólo transmite en códigos lo que, en el fondo, sabe todo el mundo.
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