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El timonel

La Razón
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El pasado 7 de mayo España estuvo a punto de quebrar. La bolsa se hundió, hubo reuniones urgentes en los despachos de la Unión Europea y se desbloqueó un macrocrédito destinado a evitar el hundimiento. A cambio, Rodríguez Zapatero se comprometió a llevar a cabo algunas de las reformas a las que hasta ahí se había negado, atareado como andaba en la restauración del socialismo republicano. A partir de entonces se han sucedido movimientos que han cambiado de arriba abajo la política española. La extrema izquierda ha dejado de apoyar a Rodríguez Zapatero. Los partidos nacionalistas presumen de españolidad y avalan medidas impopulares ¡por el bien de la nación de todos!, y el discurso de austeridad que mantenía el Partido Popular ha quedado desbordado por las medidas gubernamentales. No han cambiado ni el talante de Rodríguez Zapatero ni su gestión política, igual de erráticos, de opacos y de arrogantes que antes.En el calendario de las reformas que ahora se plantean está el gasto de las Comunidades Autónomas, del que no se habla, lo cual resulta bastante sospechoso, y, en el plazo más corto, inmediato ya, la reforma laboral. Es el gran tabú de la legislatura y, en realidad, de toda la democracia española. Felipe González sacó adelante una parte, aunque se estrelló en otra. Aznar, habiendo ganado la huelga que le hicieron por el mismo asunto, retrocedió luego. Quedó claro el inmenso poder de los sindicatos, sin la menor relación con la afiliación ni con su muy escasa implantación en la vida laboral española.Este fin de semana Rodríguez Zapatero ha intentado forzar una reforma pactada. Sería el mejor resultado para él, aunque resultaría de dudosa utilidad, porque no se ve cómo los sindicatos aceptarían una reforma que afectaría necesariamente a la negociación colectiva, es decir a uno de los núcleos de su poder. Si no consigue un pacto, Rodríguez Zapatero podrá cargar la responsabilidad en los llamados «agentes sociales» y prepararse para el enfrentamiento. Y si Rodríguez Zapatero se envuelve en las vestiduras de Timonel, como quiere Leire Pajín, y si asume el papel de hombre fuerte y responsable que la sociedad española está pidiendo a gritos, tal vez podría empezar a recuperarse. Después de todo, se encontraría en el centro mismo del espacio político, que en el actual cataclismo quiere decir sobre todo orden, autoridad. Va a ser muy cómico de ver, sin duda, pero ojo con dar por amortizado a un Rodríguez Zapatero convertido en el timonel de pulso firme y aún más firme voluntad de sacrificio… por España. Todo sirve para todo, solían decir los clásicos postmodernos.Otro escenario es que los sindicatos perciban la debilidad de Rodríguez Zapatero y le planten cara, como hicieron con los gobiernos laboristas en la Inglaterra de los años setenta. Así llegó Thatcher al poder, con el mandato de acabar con aquella influencia arcaica, desmedida y letal. En cualquier caso, la crisis ha abierto una brecha en la política española que no tiene por qué ser del todo negativa.