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Revuelta en el corazón de China
Pekín- El fin de semana pasado, los campesinos y pescadores de Wukan echaron a patadas a policías y gobernantes locales y bloquearon las carreteras y caminos con troncos y camiones. Cegados por la ira, estaban consiguiendo algo inaudito. Los últimos representantes de la autoridad del Partido Comunista se marcharon el lunes por temor a un linchamiento. Desde entonces, este pueblo de 20.000 habitantes situado en la próspera región de Cantón (motor fabril de China) permanece desgobernado.
A su alrededor, policías y antidisturbios han formado una barrera que impide tanto salir como entrar en el municipio: un cordón sanitario que no hace excepciones con el abastecimiento de agua ni de alimentos. Dentro, miles de personas se manifiestan y reúnen para decidir cuál es el siguiente paso a dar, cantan proclamas con megáfonos y escriben pancartas contra los dirigentes corruptos. Aunque en China se registraron 180.000 protestas populares en 2010, la mayoría rurales según datos oficiales, el escenario de Wukan es extraordinario en un régimen en el que la estabilidad social y el control de la población son prioridades absolutas. Cuando un grupo de manifestantes pierde los nervios y se producen disturbios, la Policía suele actuar con contundencia, los cabecillas desaparecen y los políticos se movilizan para aplacar los ánimos y devolver la cacareada «armonía» a la que aspira el partido. Pero en Wukan ha pasado una semana y no ha funcionado ninguna de estas recetas.
En parte por la determinación de sus gentes, que han conseguido movilizar a la práctica totalidad del pueblo y que llevan meses confrontándose casi ininterrumpidamente con el poder sin amedrentarse, aún a pesar de la brutalidad policial empleada. ¿Por qué están tan enfadados? Su queja es, en realidad, la de cientos de miles de personas en toda China, donde las tierras de labranza no son propiedad privada, sino que técnicamente están arrendadas por el municipio a los campesinos. Bajo este sistema, las autoridades pueden recalificarlas y expropiarlas de un día para otro, cosa que sucede muy a menudo en las zonas que más rápido se desarrollan, las más cercanas a las ciudades, donde se abren paso multitud de proyectos urbanísticos e industriales. Sucede que políticos corruptos y constructores se ponen de acuerdo con cierta frecuencia para repartirse el botín, dejando a los campesinos las migajas. En el caso de Wukan, se calcula que las migajas eran alrededor del 5%, en el mejor de los casos. La injusticia se lleva produciendo desde los años 90, pero aquí la gente ha salido adelante gracias a la pesca. Con la inflación disparada y en medio a la insultante opulencia que surge en el entorno, el pueblo ha dicho basta. Según el profesor Yu Juanrong, de la Academia China de Ciencias Sociales, desde las aperturas de 1978 las tierras de más de 50 millones de familias campesinas han sido expropiadas, habiendo percibido a cambio, en total, 150.000 millones de dólares menos del valor real de sus tierras.
Todos los analistas coinciden en que esta injusticia es una de las principales amenazas para la estabilidad interna de China. En Wukan, el detonante definitivo fue la sospechosa muerte del principal cabecilla de las reivindicaciones, Xue Jinbo. Un grupo de matones vestidos de paisano se lo llevaron de madrugada la semana pasada, junto a otros hombres activos en las protestas y los choques con la Policía. A los pocos días, la mujer y la hija del señor Xue fueron convocadas por dirigentes locales, quienes les comunicaron que éste había fallecido de «un infarto» mientras lo interrogaban. Por si había dudas, varios testigos aclararon después que el cadáver presentaba signos de tortura evidentes. Aunque su cuerpo no se ha entregado a la familia, miles de personas celebraron ayer el funeral de Xue Jinbo en el centro del pueblo, en una emotiva ceremonia que se convirtió en un simbólico acto de protesta. La causa ya tenía el mártir que le faltaba para terminar de unir a los vecinos. En las últimas horas, el Gobierno local parece estar intentando rendir la plaza prometiendo «clemencia» a los lugareños asustados y ofreciendo bajo mano aceite y arroz a los vecinos que firmen un papel en blanco que se está distribuyendo a escondidas, según informan los pocos periodistas extranjeros que han logrado entrar en el pueblo.
Sobornos y castigos
Mientras tanto, aseguran que «castigarán» a los líderes. Las autoridades dePekín ganan tiempo y tan sólo han declarado, con retórica salomónica, que castigarán a los funcionarios corruptos y también a los instigadores de la revuelta. Se puede decir que la de Wukan es una protesta aislada en un país de casi 1.400 millones, pero también que cada vez surgen más brotes de descontento en China, insurrecciones por causas concretas y no políticas.
El detonante, un mártir
El inicio del levantamiento popular en Wukan fue la sospechosa muerte de Xue Jinbo, el cabecilla de las reivindicaciones sociales. Agentes de paisano lo arrestaron junto con otros activistas. Después, comunicaron a la familia que había muerto. Pekín dice que murió de un ataque al corazón pero los vecinos aseguran que tenía signos de tortura.
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