Egipto
La batalla de Occidente
El deseo universal de que Mubarak abandone el poder cuanto antes crece por momentos, incluso en países de Occidente que lo han apoyado durante tres décadas. La situación geoestratégica de Egipto y la postura prooccidental de sus dirigentes favoreció que las democracias modernas no quisieran ver que estaban ante una dictadura. Él insiste en su intención de «morir en Egipto», lo que significa que se empecinará en dirigir la transición hasta las elecciones de septiembre o que puede perder la vida en el intento; pero que en ningún caso dejará su patria al estilo del tunecino Ben Alí. Entre tanto, en la plaza de la Liberación, se sucede una batalla tras otra entre partidarios violentos y opositores pacifistas al presidente. Una situación que intranquiliza al mundo occidental ante el riesgo de que la violencia derive en una guerra civil en la que los Hermanos Musulmanes (fundamentalistas islámicos) ganen la partida y concluya el papel de Egipto como aliado de Occidente y «traidor» al mundo árabe. De momento, el petróleo puede alcanzar precios astronómicos. De hecho, ya se sitúa en el nivel más alto desde septiembre de 2008 por la inseguridad en la región que suministra un tercio del crudo al mercado mundial. Por todo ello, Occidente no puede perder esta batalla y ha intervenido proponiendo a Mubarak que halle cuanto antes una salida y condenando que haya enviado gente suya a actuar violentamente contra manifestantes pacíficos y medios de comunicación.
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