Consejo de Ministros
Rubalcaba: «No gustamos a la gente porque no resolvemos problemas»
Alfredo Pérez Rubalcaba ha decidido en su papel de candidato del PSOE elevarse dos metros sobre el suelo, tomar distancia y hacer como si no tuviera una trayectoria conocida y debutara hoy en la arena de la política.
Quizá el ensayo le sirva de jueves a martes, pero no «cuela» los miércoles. Su corrosiva dialéctica es vieja conocida del Parlamento y su contrincante en las sesiones de control, Soraya Saénz de Santamaría, se ha propuesto no pasarle ni una, recordarle su pasado y minar su credibilidad como candidato. Sin acritud, que diría Felipe González, pero la portavoz del PP le atizó ayer a diestro y siniestro desde el minuto uno de su pregunta parlamentaria: que si «cuanto más poder tiene Rubalcaba; menos tiene el PSOE»; que si «ha conducido a su partido a los peores resultados de su historia»; que si «desde que está en el cargo, nunca ha estado peor España, el Gobierno y el PSOE»; que si «las primarias mejor con un solo candidato»; que si «los españoles ya saben hoy lo que da de sí un Gobierno liderado por Alfredo Pérez Rubalcaba: promete soluciones a puerta cerrada mientras sentado en el Consejo de Ministros es incapaz de tomar decisiones».... En resumen: «La viva imagen de un Gobierno agotado», le dijo.
Si el relato de Sáenz de Santamaría hubiera sido el mismo hace meses, Rubalcaba no hubiera dudado en entrar en el cuerpo a cuerpo y recurrir a la víscera, pero ayer no lo hizo. Se adentró en una sorprendente disquisición sobre la mala imagen pública que tienen los políticos, como si él no fuera uno de ellos y como si acabara de enterarse que desde hace 15 meses los españoles sitúan a la clase política en el tercer puesto de la lista de problemas. «Si empezamos a no gustar a la gente es porque no resolvemos ningún problema», le espetó en tono paternalista a la popular Santamaría. Sus palabras provocaron una sonora carcajada en la bancada popular, donde se tomó buena nota de la literalidad: «No resolvemos ningún problema». Sincera confesión seguida de una declaración de intenciones: «No voy a contribuir en esta Cámara a que mañana se diga eso de nuevo rifirrafe parlamentario. No voy a hacer debates tóxicos para la democracia». Acto seguido, bajó airado el micrófono y se sentó en su escaño.
Súbita declaración del candidato del PSOE precedida, eso sí, por un tenso cara a cara con Rosa Díez, la diputada de UPyD que militó en el PSOE. Rubalcaba utilizó con ella idéntica estrategia a la que el PP usa con él, bucear en el pasado. Díez le había acusado de ser responsable «de que los testaferros de ETA estén hoy en las instituciones vascas», pero también de compartir con Zapatero la responsabilidad por los efectos de una crisis que ha empobrecido a los españoles. Lo dijo con estas palabras: «Es usted tan cómplice del desaguisado que no sabría decir quién ha sido el chef y quién el ayudante». El vicepresidente sacó a pasear su vena más guerrera para traer al recuerdo colectivo los tiempos en que Díez fue consejera del Gobierno vasco de Ardanza y defendía otras políticas. Y de cuestiones culinarias, le espetó, mejor no recordar su reunión con el PP en una marisquería para desalojar al PSOE de la alcaldía de Getafe. Así fue cómo ayer el Congreso pudo ver las dos caras de Rubalcaba.
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