Afganistán
Estado de sitio tras el asesinato de dos guardias civiles en Afganistán
El asesino era chófer del jefe de la Policía y trabajaba en la base española. En el ataque murió también un intérprete. Acto seguido, una turba trató de asaltar el cuartel
El martes, el Ministerio de Defensa mostraba con orgullo cómo veinticinco talibán entregaban sus armas en la base de Qala-i-Now, un gesto que invitaba al optimismo en una misión muy necesitada del mismo. Pero ayer un congénere de esos mismos talibán echó por tierra las visiones más halagüeñas matando a dos guardias civiles y a un intérprete en el interior de una de las bases españolas en la misma ciudad del oeste afgano. El capitán José María Galera Córdoba y el alférez Leoncio Bravo Picayo, junto al intérprete de origen iraní y nacionalidad española Ataollah Taefik Alili, se encontraban dando una clase a un grupo de futuros policías en la antigua base de Qala-i-Now, en el centro de la ciudad, cuando el insurgente abrió fuego y los mató en el acto. Inmediatamente, otros miembros del contingente abatieron a tiros al talibán.
El asesino de los dos guardias civiles era, según confirmaron fuentes militares, el chófer del capitán Bashir, jefe de la Policía en Qala-i-Now y que tenía sus oficinas en la misma base donde los guardias civiles impartían la instrucción a los afganos. El chófer, que también era policía, entraba y salía del recinto con total naturalidad desde hace cinco meses como conductor acreditado. Ayer, entró a primera hora de la mañana para dejar a Bashir, limpió el coche tranquilamente, se subió en él y se lanzó hacia la zona donde estaban el capitán Galera y el alférez Bravo. En el trayecto perdió el control del vehículo y se estrelló contra un árbol. Acto seguido salió del coche con un kalashnikov y abrió fuego contra los dos agentes, de 33 años y que iban a ser relevados el próximo 22 de septiembre.
El ataque estaba planeado de antemano, tal y como aseguraba ayer el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, que se hizo cargo de la gestión de los hechos pese a que, al estar destacados en una misión en el exterior, los guardias civiles dependen del Mando de Operaciones. Un ataque «premeditado», dijo Rubalcaba, que además provocó el primer altercado con la población local desde que las tropas llegaron a la localidad en 2005.
Nada más producirse el tiroteo que acabó con la vida de los dos guardias civiles, varios centenares de ciudadanos de Qala-i-Now comenzaron a agolparse en las puertas de la base exigiendo la entrega del cuerpo del chófer abatido. La tensión fue creciendo al mismo ritmo que el número de ciudadanos que se reunía frente al acuartelamiento. Así, tras la negativa a entregar el cuerpo, la turba comenzó a lanzar piedras contra la base. Según fuentes militares, además de objetos, los afganos lanzaron dos granadas al interior de las instalaciones que no causaron daños personales, mientras buena parte de los congregados trataba de entrar por la fuerza en el cuartel. Al mismo tiempo, en las inmediaciones de la base varios insurgentes preparaban cócteles molotov y prendían fuego a partes del perímetro exterior. En ese instante, los guardias civiles, varios militares y policías afganos realizaron disparos al aire para dispersar a la multitud y retomar el control de la calle, una de las más importantes de la localidad. Aunque fuentes locales aseguran que se produjeron dieciocho heridos durante el intento de asalto, los militares no tienen constancia alguna de ese extremo, pues no abrieron fuego contra la multitud.
Vista la tensión en la ciudad, el gobernador decidió declarar el estado de sitio. Como consecuencia, la Policía afgana acordonó los alrededores de la base, situada en el centro de la ciudad, y los mandos militares españoles decidieron reforzar la presencia de efectivos en las instalaciones, en previsión de posibles nuevos altercados. En el momento del ataque a los guardias civiles, en el interior del acuartelamiento había unos cuarenta efectivos españoles.
Fuentes militares expresaron su preocupación no sólo por el hecho de que el ataque se haya producido por primera vez desde el interior de una base, sino por la reacción de parte de la población local contra el contingente. Ambos hechos se vinculan dentro de una misma estrategia «organizada y premeditada», conclusión a la que llegaron ayer Chacón y Rubalcaba tras reunirse en el Ministerio de Defensa.
La base en la que ocurrieron los hechos ayer fue la sede del Equipo de Reconstrucción Provincial hasta que se construyó la nueva base a las afueras de la ciudad. El traslado se produjo, entre otras cosas, por las pocas garantías de seguridad que ofrecían las viejas instalaciones, al estar en medio de la ciudad y ser un fácil objetivo para los insurgentes, que podían atacar y huir con suma facilidad de la zona. Además, el incremento del contingente español obligaba a una mudanza, pues en el que estaban ya no cabían más hombres.
Antes del traslado a la nueva base, el Mando de Operaciones decidió reforzar los tejados del cuartel original tras sufrir varios ataques con granadas que impactaron en el interior sin producir daños personales. La preocupación ahora es que no se repita la rebelión de los ciudadanos.
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