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Las manos de Dios por Fernando Vilches
Para morirse no hay más que estar vivo, decía mi abuelo, que era un médico de los de vista, tacto, olfato y ojo clínico. Para poder vivir con un cáncer de páncreas no hay más remedio que acudir al cirujano Enrique Moreno y a su anestesista Javier Rubio. El prestigio de estos impresionantes profesionales, ganado en años de ejercicio profesional impecable, lleva una temporada en entredicho por la muerte de un artista querido en el mundo del flamenco. Como muy queridos y respetados son estos dos doctores por multitud de pacientes y familiares, entre los que felizmente me encuentro. Tuvimos que acudir a ellos hace años por una enfermedad muy grave. Nos recibieron en La Luz a las doce de la noche y a las cuatro, por su enorme generosidad, operaban a mi suegro. Tenía todas las papeletas de perder la batalla y hoy seguimos disfrutando de su presencia por la pericia de ambos. Ha habido en esta campaña una falta abrumadora de criterios científicos. En ella, ha destacado un medio cuyo lema es «no escondemos nada», y un periodista que ha hecho bueno este lema: no ha escondido ni su ignorancia ni su inquina. Si los envidiosos volaran, en España habría permanente eclipse de sol, de ahí las barbaridades que se han escuchado. Que cobran mucho (¡faltaría más!), que el profesor Moreno es distante y seco (¿qué quieren, que cure o que divierta?) y una falsedad: que el doctor Rubio no está titulado. No sólo tiene título y es un extraordinario anestesista, sino que se ha formado fuera de España. Han dedicado su vida a salvar las de otros, jamás han hecho de sus éxitos un circo mediático y algún cantante muy famoso podría dar fe de ello. Son lo más parecido a las manos de Dios.; por
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