Iniesta

Messi es único, un futbolista excepcional, el mejor del mundo. Cristiano Ronaldo tuvo la ocasión de discutirle la hegemonía el sábado y demostrar quién manda. No dio la talla. Jugó acelerado y pensando más en él que en el equipo. Esta última aseveración es una impresión. Messi no jugó el partido de su vida, ni siquiera marcó un gol; pero intervino en el primero y en el tercero. Fue un miembro más del coro azulgrana. Con el 1-3 quedó patente que el Barça es un compendio de fantásticos futbolistas que se complementan y el Madrid, un elenco excepcional de figuras aisladas. Xabi Alonso es el nexo, el metrónomo; pero si le cierran las salidas el grupo lo acusa. El Barcelona, con Xavi, Messi, Cesc, Busquets, Thiago y, por supuesto, Iniesta, acumula una nube de «registas».
Iniesta… un tipo sencillo, gente corriente, con un talento interestelar que no le reconocen ni siquiera en la Ciudad Condal, donde la luz de Messi eclipsa a todo lo demás. En 2010 pudo ser el «Balón de Oro», o Xavi; pero lo ganó el argentino, que es menos Messi sin los dos bajitos al lado.
 Este año, Iniesta ni siquiera ha terminado entre los tres finalistas. Le han adelantado Messi, Cristiano y Xavi. Ganará Leo; tampoco sería injusto que se lo otorgaran a Xavi, ni lo hubiese sido la elección de Andrés. Juega en el mejor equipo y en la mejor Selección del mundo, es imprescindible en ambos y el planeta balompédico mira hacia otro lado. Quizá debería emigrar a Inglaterra o a Italia. Allí todo se vende mejor. Una vez ganó Michael Owen y otra, Fabio Cannavaro.