Sevilla

Dos orillas no tres por Santiago TALAYA

La Razón
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Las nacionalidades históricas, que las hay, han terminado por decantar su comportamiento electoral hacia el independentismo (Cataluña y País Vasco), hacia el conservadurismo (Galicia) y hacia el socialismo (Andalucía). Son obviamente tendencias de fondo matizadas por los ciclos políticos, por las coyunturas económicas, por los propios candidatos en cada convocatoria. No obstante, al cabo de treinta y cinco años, mantienen ya una cierta vigencia de carácter general elección tras elección. El hecho diferencial de la autonomía andaluza no es otro pues que la reiterada opción de su electorado por el socialismo, entendido quizás como trasunto social e ideológico, y sustituto en última instancia, de un nacionalismo –ahí están el cuatro de diciembre y el veintiocho de febrero– que por el centro o la derecha no supo, no quiso, o no pudo cuajar. Ahora bien, el drama de la izquierda andaluza es que no es homologable a la izquierda nacional o federal. Rubalcaba no se reconoce en el pacto de Griñán con Valderas ni tampoco éste último es comparable a la imagen que proyecta Cayo Lara. Por tanto, más allá de si Chaves o Zarrías son hoy por hoy reconocidos por el PSOE andaluz como válidos ucases en Madrid, el problema de fondo es que el socialista ha devenido en un partido imperfecto y capitidisminuido, unas siglas incapaces de gobernar en la mayoría de autonomías de ahí que, teóricamente, quepa preguntarse si la verdadera sede central del PSOE habría de situarse en la madrileña calle Ferraz o en la de San Vicente de Sevilla. Porque son dos partidos distintos, uno que pierde habitualmente por goleada y otro que gana siempre o pierde por poco. Es decir, dos auténticas orillas con Izquierda Unida, sobre todo en Andalucía, como tercer elemento de un triángulo inestable en lo político y asimétrico en lo territorial. Mantener todos los equilibrios hasta 2016 será sencillamente imposible.