Asturias

Cuando la Fiesta está en las gradas

El hervidero de polémicas y deslices de los últimos años han eclipsado el desfile del Día de la Hispanidad. Y basta con echar la vista atrás para averiguar cómo se llegó a esta situación. Todo comenzó en 2003. El secretario general de los socialistas y jefe de la oposición por aquel entonces, José Luis Rodríguez Zapatero, permaneció sentado al paso de la bandera norteamericana, mientras el resto de autoridades se levantaba para rendirle homenaje.

Cuando la Fiesta está en las gradas
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Zapatero justificó su desplante y alegó que era un acto de protesta contra el entonces presidente del Gobierno, José María Aznar, y la guerra de Irak.

Pero la imagen más polémica de ese 12 de octubre coleó un año después, ya con Zapatero como jefe del Ejecutivo. En una decisión, cuanto menos cuestionable, optaron por eliminar la bandera de EE UU de la parada militar, por lo que, en esta ocasión, fue el embajador de este país en España quien plantó al Ejecutivo y no asistió a la celebración. Sin embargo, la protagonista ese año fue la recién llegada a la Familia Real, Doña Letizia. La Princesa de Asturias acaparó todas los flashes, ya que nadie quería perderse «el gesto».

En 2005 entró en escena el Estatut, cuyos ecos llegaron también al desfile. Tanto es así, que a su llegada, Zapatero fue recibido con silbidos y abucheos. Su marcha fue aún peor, al grito de «¡Fuera, fuera!».

No sería la última vez que el presidente del Gobierno viviría este bochorno. Cierto es que desde que el PSOE llegó al Gobierno no ha habido desfile sin polémica, pero, como rectificar es de sabios, en el año 2006 Zapatero quiso dejar a un lado los abucheos y pitidos y ofrecer su mejor versión. O lo que es lo mismo, zanjar la polémica con EE UU y ponerse firme ante el paso de su bandera. Eso sí, hay que recordar que no le costó mucho, ya que como anfitrión debe permanecer todo el desfile de pie. Y si por algo será recordada la parada militar de 2007 es por el cambio de look de Doña Letizia y su cabello ondulado.

Pero un año después, justo el día antes del desfile, el líder de la oposición, Mariano Rajoy, confesó, sin darse cuenta de que había un micrófono abierto: «Mañana tengo el coñazo del desfile. En fin, un plan apasionante». De nada sirvieron sus explicaciones.

Ya en 2009 era nuevamente Zapatero quien empañaba el desfile y se descubría ante otro micrófono abierto, esta vez de una cámara de televisión. Lejos de incomodarse por el aluvión de abucheos y pitidos, el presidente del Gobierno reconoció que «los abucheos ya forman parte del rito». También intervino el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón, que en su defensa comentó: «Sí, pero podrían elegir otro día». Del desfile, poco se habló.