Estados Unidos

El realismo americano de Hopper

La muestra del Thyssen nos enseña la obra de uno de los fenómenos más complejos del siglo XX, un realismo metafísico que no deja indiferentePARA NO PERDERSEThyssen BornemiszaDirección: Paseo del Prado, 8.Cuándo: del 12 de junio al 16 de septiembre

El realismo americano de Hopper
El realismo americano de Hopperlarazon

El Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid presenta desde el martes una amplia exposición dedicada al pintor estadounidense Edward Hopper, muestra comisariada por Tomás Llorens y Didler Ottinger profesionales que consideran la obra del autor como uno de los fenómenos más complejos del siglo XX, un realismo metafísico que no deja indiferente. La exposición comienza con las obras realizadas durante la formación del artista, compuesta por cuantiosos bocetos, pinturas, dibujos, ilustraciones, grabados y acuarelas; un segundo bloque está formado por la obra creada a partir de 1925, dispuesta en orden cronológico presenta su etapa madura.

Hopper se formó en la Escuela de Arte de Nueva York, atraído por Goya y los impresionistas franceses, desarrolló un estilo personal e inconfundible, una visión de Estados Unidos a través de la condición del ser humano donde la soledad de los personajes y los paisajes vacíos son tratados con carácter cinematográfico, óleos regados por una luz fría y artificial que ilumina la América de la Gran Depresión creando dramáticos contrastes, lienzos regidos por la composición geométrica y la síntesis de los detalles. Obras de un realismo desolador, para algunos un eco de angustia como disposición fundamental que nos coloca ante la nada y une a los hombres, para otros recinto de paz que trae el sonido del silencio, trabajos que son hoy icono de la sociedad moderna. En sus escenas, casi siempre desiertas como retratos de ese imperio de la conciencia que es la soledad, esencial al hombre y silenciosa como la luz, se eleva el alma y el pensamiento. En la soledad se encuentra lo que a la soledad se lleva y Edward Hopper llevó a sus óleos la paz que no tenía en su vida; con el telón de fondo del paisaje estadounidense, los personajes habitan el mundo, ese absurdo animado que rueda en el vacío para asombro de sus habitantes. Decía Hopper: «Si pudiera decirlo con palabras, no habría razón para pintarlo». Hoy sus óleos se pueden leer en el Paseo del Prado.