Nueva York
La salud de Kennedy
No se han conservado todos los informes médicos de Kennedy, pero he estudiado los que se guardan en la Kennedy Library, especialmente los relativos al periodo 1961-1962. El secretismo en torno a su salud no ha ayudado a Kennedy, pues ha ocultado el rasgo dominante de su historial, que es su valentía para superar una combinación de dolencias que, para la mayoría de las personas, serían del todo debilitantes.
Los hechos revelan que la salud de Kennedy fue inestable desde temprana edad. Fue un niño enfermizo; en 1920, justo antes de cumplir los tres años, pasó dos meses en el hospital con escarlatina. En 1930, con trece años, perdió mucho peso y dejó de crecer. Una apendicectomía de 1931 por dolor abdominal no alivió sus síntomas, y en 1934, a los diecisiete, estuvo un mes ingresado en la Clínica Mayo, donde se le diagnosticó colitis, aunque algunos vieron enfermedad celíaca. La clínica, con el doctor Edward Kendall, premio Nobel, y sus compañeros, se hallaba a la vanguardia de la investigación del cortisol o hidrocortisona, su forma producida sintéticamente. Aunque es muy posible que Kennedy sirviera de conejillo de Indias en los comienzos del tratamiento de la colitis con cortisona, en 1937, para reducir la inflamación, tal vez ya entonces pensaran que mostraba signos de hipoadrenalismo. Sea como fuere, este tratamiento pionero, pagado por su dominante padre, se aplicaba a muy pocos. Fue la misma dura mano paterna que había decidido que se practicase una lobotomía o leucotomía, en la que se seccionan fibras nerviosas del cerebro, a Rosemary, una de las hermanas de John, sin consultar siquiera con su esposa; la intervención llevó a Rosemary a requerir atención especial el resto de su vida.
Los problemas de espalda de Kennedy, que le persiguieron durante toda su vida adulta, empezaron, según se afirmó, después de un accidente de coche en Harvard, en 1938. Algunos han sugerido que tal vez este dolor de espalda se debiera más a los esteroides que tomaba, pues es bien sabido que causan osteoporosis como efecto secundario. Es probable que ambas cosas influyeran y la osteoporosis se declarara más tarde. (...)
El 23 de noviembre de 1943 le diagnosticaron a Kennedy una úlcera de duodeno, pero puede que fuera igualmente un efecto secundario de su terapia con esteroides. Seguía teniendo dolores de espalda y, tras ser examinado en diversos hospitales, el 23 de junio de 1044 fue operado en el New England Baptist Hospital por un cirujano de la Lahey Clinic. El cirujano no encontró un disco roto, como se esperaba, sino, en el examen al microscopio, «fibrocartílago con degeneración», anormalmente blando. Se dijo también entonces que presentaba «duodenitis difusa y colitis espástica», una inflamación del intestino. (...)
Desde 1945 hasta 1947, Kennedy siguió padeciendo dolor de estómago y de espalda y, durante un tiempo, presentó ictericia, que se atribuyó a una recidiva de la malaria que había contraído en 1944.
Ocultar la enfermedad
En 1947, el doctor sir Daniel Davis le diagnosticó la enfermedad de Addison en Londres. (...) Kennedy tenía en 1947 todos los síntomas clásicos: náuseas, vómitos, fiebre, fatiga, incapacidad para ganar peso y coloración pardo-amarillenta en la piel. Puede que por alguna razón dejara de tomar tabletas de cortisol.
Tras serle diagnosticada la enfermedad de Addison en Londres le dieron menos de un año de vida.(...)
El 12 de septiembre de 1953, John Kennedy contrajo matrimonio con Jacqueline Bouvier, pero en abril de 1954 una radiografía realizada en la Lahey Clinic mostró que tenía la quinta vértebra lumbar aplastada y en mayo andaba en muletas. El 22 de octubre de 1954, tras un amplio examen metabólico con un equipo de endocrinólogos, se le hizo a Kennedy una operación de tres horas en la que se le insertó una placa metálica para estabilizar su columna vertebral. Todo fue bien en un principio pero, al tercer día, tras presentarse una grave infección que no respondía a los antibióticos, entró en coma. Tuvo lugar una nueva operación en Nueva York en febrero de 1955 para extraer la placa de acero y los tornillos insertados en el hueso, a causa de la persistente infección. (...).
La mayoría de los americanos, cuando eligieron a Kennedy, no tenían ni idea de que fuera otra cosa que lo que parecía ser: un joven y saludable candidato a la presidencia. En su encuentro televisivo con Richard Nixon, Kennedy se mostró muy en forma, relajado, bronceado y pletórico de energía, en contrate con el aspecto de Nixon, demacrado, pálido, sudoroso y mal afeitado.
Durante las primarias del Partido Demócrata y la carrera presidencial de 1960, los partidarios de Kennedy negaron de plano que su candidato padeciera la enfermedad de Addison. La razón está clara. El propio senador Kennedy lo negaba, como ilustra una conversación con su médico, Janet Travell, que ésta registra en su libro.
En una entrevista oral con el biógrafo Theodore White, Pierre Salinger, secretario de Prensa de Kennedy, confirmó que éste persistía en su negativa, incluso por lo que concierne a los medicamentos que tomaba, en la convención nacional del Partido Demócrata en julio de 1960.
Todo esto era un juego de palabras, pues el cortisol, que se produce sintéticamente, y la cortisona, que existe en la naturaleza, en realidad son lo mismo. Sin embargo, Travell, desgraciadamente, reforzó el desmentido de Kennedy en cuanto a que tomaba cortisona cuando dijo, en una conversación telefónica con Sargent Shriver, cuñado de Kennedy: «Desde luego, sí que toma algunas cosas relacionadas con la cortisona, pero tal como las usa, en dosis fisiológicas, no son medicamentos».
FICHA
- Título del libro: «En el poder y en la enfermedad».
- Autor: David Owen
- Edita: Siruela
- Fecha de publicación: 27 de septiembre de 2010.
- Sinopsis: En esta obra se trata la interrelación entre la política y la medicina.La enfermedad en personajes públicos de relieve suscita importantes cuestiones: su influencia en tomar decisiones, los peligros que conlleva mantener en secreto la dolencia o la dificultad para destituir a los dirigentes enfermos. Este libro revisa los casos desde la perspectiva del trastorno concreto y diagnosticable. El autor tuvo ocasión de ver las tensiones de la vida política y sus consecuencias. Estudia las enfermedades padecidas por jefes de Estado y de Gobierno como John F. Kennedy, el Sha de Persia o Miterrand, entre otros.
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