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Yemen: El legado de la reina de Saba
La cultura y la arquitectura de antaño permanecen intactas en Yemen, perla de Arabia. Al ritmo de «Welcome, Welcome», las calles de Saná se convierten en un lugar de cuento donde olvidar el siglo XXI
Cuando los griegos pusieron a Yemen el nombre de «Arabia Feliz» no se equivocaron. Sin duda, la hospitalidad de los yemeníes y su constante sonrisa son los grandes recuerdos que llevarse del país. Yemen es también un viaje en el tiempo, un modo de entender la vida completamente distinto al occidental. Los yemeníes han logrado conservar las tradiciones tanto en las vestimentas como en la manera de edificar.
Así, los hombres visten túnicas blancas con un cinturón bordado en hilo dorado donde colocan, orgullosos, su jambia –el puñal heredado de la familia– y los edificios, construidos en adobe y piedra con elementos decorativos en cada ventana, logran dar un curioso ritmo arquitéctonico a las ciudades. El centro de Saná, declarado patrimonio cultural por la Unesco, es un regalo para los sentidos. Al pasar por la puerta de Bab Al Yemen se puede disfrutar de nuevos sabores, olores, colores y hasta texturas.
El mercado de la ciudad vieja se divide por productos, por lo que existe una zona para semillas y todo tipo de especias; zonas con oro; también puestos donde se preparan las telas y los coloridos vestidos que las mujeres llevan en las fiestas –por la calle sólo visten niqabs negros–; hay una zona destinada a las jambias y sus cinturones; otra para los utensilios de cocina; incluso en una parte del mercado sólo se vende Qat, la droga que a partir de las tres de la tarde todo hombre comienza a mascar.Merece la pena entrar en alguna joyería. Los hermanos Al-Kelabi heredaron una de las tiendas con mejor repertorio de la ciudad, además de unas magníficas antigüedades. Como en cualquier comercio yemení, siempre hay que bajar el primer precio sugerido.
Llegado el momento de comer, en la mayoría de restarauntes el viajero encuentra menús que suelen llevar humus, sopas con coliandro y guisos tanto de cordero como de cabra. Los platos deben ser acompañados del pan tradicional. Con forma de enorme ensaimada mallorquina y cocido en hornos de arcilla, comerlo resulta un verdadero placer. En Al Shaibani Ameen, el pan es de gran calidad. De postre, merece la pena probar los plátanos con miel. Las abejas yemeníes consiguen uno de los mejores néctares del mundo. De hecho, las tiendas que venden este producto son toda una experiencia para el viajero más curioso.
Sentados a la mesa, los yemeníes sacan su hospitalidad a relucir. Da igual que ya sean cinco para un sólo plato; le ofrecerán, encantados, un asiento y compartirán su comida. En los hogares también es todo un ritual: espacios abiertos, frescas despensas, pozos con agua y unas salas de estar blancas (una para mujeres y otra para hombres) con cómodos sofás en los que disfrutar con la familia y amigos. Si no se tiene la suerte de ser invitado, Saanani, en el centro de Saná, es una casa típica para turistas. Desde la azotea, puede observar toda la capital y contar los numerosos minaretes que la salpican.Alrededores de SanáPara que Yemen resulte más enriquecedor, es necesario contar con un guía. Mahmud Ahmed Thabed, de la Universal Touring Company, aprendió español en Cuba y tiene una facilidad de palabra «im- presionante», como él mismo dice. Junto a Mahmud se puede viajar a lugares como Dar Al Hajar, el imponente palacio de verano del Imám Yayha. Se encuentra en Wadi Dhar, a 15 km de la capital. Colocado sobre una enorme roca, el palacio sirve para imaginar cómo se vivía en los tiempos de la Reina de Saba.
En dirección al noroeste de Saná, en un mismo día se pueden descubrir las ciudades de Thula, Hababah, Shibam y Kawkaban, zona típica por sus terrazas aradas por burros y por sus casas colgantes en los acantilados. La cisterna de Hababah es uno de los lugares más especiales. Las risas de los niños bañándose retumban en los edificios que rodean el agua. Los menores aprenden a nadar con flotadores y los que ya saben se tiran desde distintas alturas. Con ellos, incluso se puede pactar cómo y cuándo se lanzarán. Con las palabras mágicas «sura» (foto) y «sukram» (gracias) se consiguen maravillas en Yemen. Desde una enriquecedora conversación sobre fútbol –adoran a Messi y a Ronaldo– hasta unas hojas de Qat o incluso, directamente, una petición de matrimonio.
>> Para alojarnos. Taj Sheba Hotel (Calle Ali Abdolmoghni, en la vieja Saná). El servicio y la atención son inmejorables. Además, todos los trabajadores hablan inglés. Se agradece que se facilite cambio en recepción.>> Cómo llegar. La compañía Turkish Airlines tiene vuelos desde Madrid y Barcelona, con escala en Estambul, hasta Saná. La experiencia comienza una vez a bordo ya que el catering (Apto Para Musulmanes) es sorprendentemente sabroso.>> Más información: www.shebahotel.com y www.turkishairlines.com
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