San Sebastián

Los martes «Milagro»

El filme de Kore-Eda entusiasmó en San Sebastián y es ya uno de los favoritos

Oshiro y Koki Maeda, protagonistas de «Milagro», ayer, bromeando
Oshiro y Koki Maeda, protagonistas de «Milagro», ayer, bromeandolarazon

Parecía que ayer era el día destinado a que el cine devorara los tópicos: amanecimos en San Sebastián con una película francesa en la que los personajes no filosofan («Le Skylab», de Julie Delpy), minutos después un japonés, Kore-Eda, que no filma violencia ni drama, pero a la tercera se rompió el espejismo: la sueca «Happy End» siguió la estela de la filmografía nórdica, donde la tragedia ahoga una y otra vez a unos personajes que deberían recostarse sobre el estado del bienestar que ellos sí seguirán disfrutando. La Prensa recibió con especial agrado la luminosa cinta japonesa, que ya se posiciona entre las favoritas. Como en sus propias películas, las entrevistas con Hirokazu Kore-Eda también van a otro ritmo, pues se regodea en detalles que para cualquier espectador occidental pasarían desapercibidos.

Sabiduría doméstica
Si «pretenciosa» es la palabra que casa con muchos de los títulos festivaleros, nada más lejos de este nipón, especialmente dotado para filmar grandes lecciones vitales a través de situaciones cotidianas, en la que los personajes no evangelizan, pero nos asombran con su sabiduría en apariencia doméstica. Por ejemplo, en su cine casi puede olerse la comida: «Estos momentos son la base de nuestra vida diaria. Como hago muchas películas basadas en la familia, resulta especialmente importante con quién comes o desayunas, si lo haces solo o no, y si lo disfrutas. Y estas secuencias acaban por adquirir un gran significado», nos explica.
Cuenta esta vez con la inestimable ayuda de dos hermanos que apenas llegan al medio metro de altura, Koki y Oshiro Maeda, que ayer acudieron a la rueda de prensa vestidos cual gemelos, una pareja precoz de cómicos en su país, pero que aún no habían debutado en pantalla grande. Interpretan a dos hermanos obligados a vivir alejados debido a la separación de sus padres. El mayor regresa a la casa de los abuelos maternos y el deseo de que la familia vuelva a habitar en la misma casa no le deja dormir tranquilo; el pequeño se queda a cuidar de su padre, un músico bohemio que quiere retomar su carrera. Tras meses de separación, ambos deciden fijar una cita a medio camino, allí donde los trenes bala japoneses se juntan porque en ese momento aquel deseo que pida se cumplirá. «Al rodar primero intentaba que los niños trabajaran improvisando, luego les cuento de qué va cada escena –aunque no les facilita el guión–, no me gusta que sepan qué va a venir después porque si no harían como los adultos, darles demasiadas vueltas a las cosas».

Segunda oportunidad
Alabado en los festivales internacionales, le preguntamos por su experiencia anterior en el certamen donostiarra con «Still Walking» (2008), también otro filme sobre la familia que aparecía como favorito en todas las quinielas y que se fue de vacío: «No me sentí decepcionado porque no le concedo demasiada importancia a los premios. Lo mejor de aquella película es que en todos los sitios que se vio el público conectó con ella». Admite que no sigue la estela de la corriente mayoritaria del cine asiático, pues sus películas dejan con mucho mejor cuerpo: «Es cierto que se hacen muchas películas violentas en mi continente y no voy a decir que sean malas, pero yo no podría porque no me gusta el dolor».


Empacho de carcajadas
Si «Los cronocrímenes» fueron una gran decepción en taquilla, a pesar de su periplo festivalero internacional, ya hay apuestas en San Sebastián de que no ocurrirá lo mismo con «Extraterrestre», una comedia desternillante bajo la coartada de una invasión alienígena. Emparentada con el humor del programa de Antena 3 «Museo Coconut» y todos sus antecesores, no es de extrañar que en el reparto figuren Carlos Areces y Raúl Cimas, que comparten cartel con Julián Villagrán, Michelle Jenner y Miguel Nogera en este elenco escuálido. Interpretan a los escasos habitantes de Madrid que no huyen de la capital cuando una invasión de naves se posa sobre las urbes españolas al más puro estilo de la serie «V». Incluso en una situación como esta, los humanos están más pendientes de tapar otras pequeñas-grandes miserias. El resultado es un empacho de carcajadas en la que algunos ya denominan la comedia española «indie» del año.