Bankia

Bankia y la reforma financiera

La Razón
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Casi al mismo tiempo que el presidente del Gobierno anunciaba en el programa de Carlos Herrera, de Onda Cero, que el Consejo de Ministros aprobará este viernes un nuevo decreto para sanear el sistema financiero, el presidente de Bankia presentaba su dimisión. Parece evidente que ambas noticias están relacionadas, pues no en vano la entidad hasta ahora presidida por Rodrigo Rato, una de las cuatro más importantes de España, arrastra una cartera de activos tóxicos superior a los 31.000 millones de euros. El Gobierno, por tanto, se enfrenta esta semana a dos problemas de hondo calado: el reforzamiento de la solvencia de Bankia, entidad resultante de la fusión en febrero de 2011 de siete cajas de ahorro, y la creación de una sociedad gestora que se haga cargo de los activos inmobiliarios de los bancos que voluntariamente deseen traspasárselos. En cuanto al primer punto, aún se desconocen los términos exactos de la operación y su montante, si bien los expertos apuntan a una inyección inicial de unos 7.000 millones de euros, prestado a un interés cercano al 9%, mediante un instrumento financiero como el bono convertible. La cuestión más sensible, sin embargo, reside en el protagonismo que adquiera el dinero público y en las condiciones de su transferencia, tanto para apuntalar a Bankia como para dotar a la sociedad gestora inmobiliaria. Rajoy señaló ayer que, si se puede evitar, no habrá dinero público y que éste «solamente entrará en una situación límite». No sería la primera vez, desde luego, que el capital público acude en socorro de entidades financieras. Bajo el Gobierno socialista, la aportación estatal mediante avales, compra de activos, ayudas directas y asunción de pérdidas superó los cien mil millones de euros. De ahí que resulten hipócritas las críticas vertidas ayer por el líder del PSOE, quien «no entiende que se dé dinero a los bancos y no a la Sanidad». Demagogia populista al margen, es evidente que el Gobierno está obligado a hacer un esfuerzo de información y transparencia para que los contribuyentes sepan con certeza si las ayudas a los bancos y la reforma financiera suponen algún coste o no para las arcas públicas, si incrementan la deuda soberana y por qué no afectará al déficit. En asuntos de tanta sensibilidad social sería letal para Rajoy que la izquierda se apropiara del discurso sembrando alarmismo y falsos supuestos. Por lo demás, Rodrigo Rato cede el testigo en Bankia después de haber realizado una extraordinaria labor, primero como impulsor de la fusión con otras seis cajas y luego sacando a Bolsa la nueva entidad. Gracias a su esfuerzo de racionalización, que ha supuesto el cierre de 800 oficinas y un reajuste de plantillas equivalente al 25% de todo el sistema financiero español, Bankia tiene las garantías de futuro suficientes para tranquilizar a sus accionistas e impositores.