Escritores
Color y sabor del dinero por Agustín García Calvo
Es hoy otra vecina la que, al escaparme a la calle, me agarra por un brazo y me susurra: «-¿Adónde vas ahora, Armando? ¡Cuidado con lo que dices por ahí de que las cosas no son más que dinero todas, o sea todas muerte! -Bueno, Crista, sin ponernos trágicos, pero, por irnos guardando de desilusiones, ¿no es así como nos tienen a cada uno vendido a su futuro, y que eso es muy triste? -Todo lo triste que usted quiera; pero si ya nos han hecho a cada cual un creyente en su muerte o futuro, ¿qué más pedradas tirar a los escaparates de la fe que cada vez relucen de más letras y monigotes?-Con eso bastaría para no dejarnos sentir de veras nada y no saber a qué saben las cosas. Pero algo podría escurrirse que hiciera ser más triste todavía el Régimen del Dinero o del Futuro. -¿Cómo? -Que, aunque todas las cosas hayan quedado reducidas a dinero y que el dinero no pueda ser cosa ninguna, sin embargo, se nos haga luego creer que también el Dinero es una cosa entre las cosas. -¿Sí?, ¿que se pueda comprar el dinero y competir con otras cosas? ¿que unas sean más ricas que el dinero, otras peores? -O el dinero peor que otras cosas, o quizá mejor y hasta más barato que otras ¿no? -Pero, Armando, si el dinero vuelve a hacerse cosa, entonces el dinero, que no puede ser de ninguna clase de color, queriendo ser todas las cosas, «cosa», cobrará nuevos colores y sabores, y estará otra vez lleno el mundo de diferentes tipos y sabores de dinero. -Que puedan ya competir entre sí, y que por tanto ya no servirán para nada como dinero. -¿Qué?, ¿y ya el mundo lleno de clases, colores y sabores de dinero? - Eso es más que nada de lo que por ahí se habla, ¿no?, y aquello de lo que se habla, eso son cosas. -No dinero. -Y ya el invento del Bienestar se habrá hundido en su propia negación. -Y ¿para qué habrá servido el Régimen? -Para llenar el Tiempo vacío. -¿No oyes, al cabo de un año, a qué suenan las voces que se levantaban antaño contra el Régimen? -Las oigo: más valdrá olvidarlas y dejarlas que sigan jugando con los colores del dinero».
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