Barcelona

Los «asesinos» de la pintura

La Fundación Miró analiza el papel de los herederos de PollockDÓNDE: Fundación Joan Miró. Barcelona CUÁNDO: desde mañana hasta el 24 de febrero de 2013. CUÁNtO: 7 euros. Tel.: 934439479.

Obra de Saburo Murakami,
Obra de Saburo Murakami,larazon

El legado de Jackson Pollock es bastante más que un puñado de cuadros pintados en su barraca/taller de una finca llamada Springs, cerca de East Hampton. Su huella se dejó notar en artistas que intentaron, como diría Joan Miró en una frase redonda, asesinar la pintura. Ellos, junto con el maestro, son los protagonistas de una excepcional exposición que abre sus puertas en la Fundació Joan Miró de Barcelona desde mañana y hasta el 23 de febrero de 2013. «¡Explosión! El legado de Jackson Pollock» toma como punto de partida al estadounidense para trazar un sorprendente recorrido en el que están presentes sus seguidores más representativos.

Tras la Segunda Guerra Mundial, un grupo de creadores trató de romper las normas establecidas: los convencionalismos de la pintura estaban más que acabados, pensaban. Pollock fue uno de los primeros en dar forma a ese nuevo compromiso plástico, inédito hasta aquel entonces. Precisamente el recorrido en la Miró arranca con tres de sus cuadros, además de con la famosa filmación de Hans Namuth en la que se le ve monjando los pinceles en pintura líquida y dejando que gotee directamente sobre el suelo. En la misma época, el japonés Shozo Shimamoto, uno de los fundadores del grupo Gutai, realizaba pinturas –que también se recogen en la muestra– que estaban estropeadas y llenas de agujeros.

A tiro limpio
Igualmente sorprendente es el papel de Niki de Saint Phalle, que quiso poner patas arriba al machista mundo del arte disparando con un fusil sobre contenedores de pintura con capas gruesas de yeso colocadas sobre un tablero de madera. «Tableur tir» o «Tir de Jasper Johns» son dos ejemplos que aparecen en la exposición. Decía que cuando se enfrentaba a un cuadro todo se convertía en posible objetivo: desde la sociedad a su propio hermano.

Allan Kaprow fue uno de los primeros teóricos que recogieron las ideas del padre del «action painting», algo que expone con todo detalle en «El legado de Jackson Pollock». Pero no se trataba simplemente de un teórico, sino que puso en práctica sus ideas para abordar el acto creativo, como en la instalación «Yard (versión 9)», construida a partir de neumáticos. El autor, como decía John Cage –también representado–, buscó la fusión de arte y vida.

Para pintar vale todo. No hay que limitarse al pincel sobre la tela. Los discípulos de Pollock buscaron cualquier tipo de forma de expresión. Yves Klein se convirtió en uno de los más radicales al emplear modelos desnudas que embadurnaban sus cuerpos de pintura e imprimían sobre la tela. La piel como si fuera una brocha es lo que dejó plasmado en los óleos «Antropometrie (ANT 52)» y «Anthropometry: Princess Helena». Dicen que le influyó notablemente contemplar la sombra de una figura humana quemada sobre una roca como consecuencia de la explosión de la bomba atómica en Hiroshima, en 1945.

Y de Klein a Jean Tinguely, que construyó extrañas máquinas que suplían y anulaban al pintor. Para terminar, un cuadro sin punto final: el espectador puede acabar una de las obras presentes, como sugiere Öyvind Fahlström con su «Sitting... Dominoes», donde se invita a mover ficha.