Comunidad de Madrid

Rubalcaba ya ejerce de secretario general

No viene sólo a apagar el fuego, ni a salvar los muebles ni a taponar la hemorragia de votos. Viene a quedarse, a hacerse con el liderazgo del PSOE y a construir un proyecto que va más allá de las próximas elecciones y su resultado. Su horizonte temporal: los próximos cuatro años.

Rubalcaba, ayer, camino a una reunión con representantes de asociaciones de víctimas de accidentes de tráfico
Rubalcaba, ayer, camino a una reunión con representantes de asociaciones de víctimas de accidentes de tráficolarazon

Hablamos de Alfredo Pérez Rubalcaba, el candidato socialista a la Presidencia del Gobierno que, de hecho, ya ejerce sin haber pasado por congreso alguno, el control absoluto del partido, después de que Zapatero haya dado no un paso atrás sino diez en su papel de secretario general y veinte en el de presidente. El último, el del anuncio de las elecciones. Rubalcaba dijo entonces que empezaba una «nueva etapa», pero para él había empezado hacía más tiempo. Porque la partida que se juega en el PSOE no es la de las elecciones, sino la del día después de estas, la del control del partido. Salvo hecatombe –que no se espera– que nadie crea que Rubalcaba seguirá los pasos de Almunia en 2000. O eso dicen en su reducido círculo de colaboradores: «¿Alguien pudo creer que asumiría sólo la candidatura para quemarse a lo bonzo y, luego, irse? Si hubo uno sólo que pensó así no conoce a Rubalcaba».
El candidato cuenta, además de con sus incondicionales (Elena Valenciano, Antonio Hernando, Pedro Sánchez, Ignacio Varela y Gregorio Martínez), con la ayuda del vicesecretario general. Sin José Blanco el propósito sería más complicado. El gallego ha dedicado los últimos once años al control férreo de todas las federaciones y es a él a quien no pocos secretarios generales deben hoy su cargo orgánico. Ganar el próximo Congreso Federal es el objetivo de ambos. Por eso se complementan, se necesitan, se coordinan y se reparten el trabajo en el PSOE, pero también en el Ejecutivo porque, aunque Rubalcaba haya ya salido del Consejo de Ministros, no hay decisión que no pase su filtro.
Llevan diseñando el esbozo de un PSOE a su imagen y semejanza desde hace tiempo, antes de que el Comité Federal proclamase a Rubalcaba candidato y antes de que Zapatero hiciera pública su decisión de no presentarse a un tercer mandato. En esa clave estaban cuando en julio de 2010 diseñaron un cambio profundo en el Gabinete de Zapatero que pasaba, sobre todo, por sacar a Teresa Fernández de la Vega de la vicepresidencia primera para colocar a Rubalcaba y apartar a Pajín de la secretaría de Organización del PSOE para que Blanco volviese a hacer y deshacer a su antojo. Ambas, mujeres de armas tomar, contrarias al ordeno y mando, y a unas formas políticas que se creían proscritas tras caer el «felipismo».

Postzapaterismo
¿Recuerdan? A Zapatero no le gustaron los modos de la primera página del postzapaterismo que pretendieron escribirle y cortó de raíz porque no le gustaron las formas y porque ya Chacón apuntaba maneras y se encargó de filtrar la estratagema para abortarla. Cuatro meses después, Zapatero transigiría, auparía a Rubalcaba a la presidencia primera y llevaría a Pajín al Gobierno para dejarle el camino expedito a Blanco en el PSOE. Antes, Rubalcaba y Blanco, Blanco y Rubalcaba convencieron a Zapatero de que había que poner a la ministra de Sanidad, Trinidad Jiménez, al frente del cartel electoral de la Comunidad de Madrid y apear a Tomás Gómez. Hay quien aún cree que la operación no tenía más fin que el control de la federación de cara al siguiente Congreso Federal. Zapatero se dejó convencer, forzó unas primarias, Blanco y Rubalcaba hicieron lo que está escrito por que Gómez perdiera y no lo lograron. El secretario general del PSM se impuso, pero hoy, derrotado, no se atreve a levantar la voz contra quienes juró venganza porque ni Blanco ni Rubalcaba pidieron su dimisión.
Por supuesto, el hoy candidato siempre negó que tuviese más aspiración que haber llegado donde estaba, que en aquél entonces era Interior, apostó que nunca volvería a La Moncloa de portavoz, que no le motivaba ser vicepresidente, que lo suyo era ya la retirada y que los ríos de tinta que se habían escrito sobre su ambición política algún día quedarían para la ciencia ficción del periodismo. Nada de eso ocurrió. Ahí está, en el PSOE, de candidato y con un proyecto que ya verbaliza sin tapujos no es para estas elecciones, sino para los próximos cuatro años. En los últimos dos meses ha visitado cada federación, ha insuflado ánimo a la diezmada militancia y ha proclamado a quien le ha querido oír que está aquí para quedarse. El aparato del partido está a su servicio. No hay más agenda pública del PSOE que la que ocupa Rubalcaba. La Ejecutiva Federal que aún preside Zapatero prácticamente no existe; su equipo de campaña asumió las funciones de la dirección federal mucho antes de que el viernes se anunciara la fecha electoral... Vaya, que a Rubalcaba no hay quien le tosa, por más que haya algún sector que advierta que el candidato quizá vea truncada su hoja de ruta. Cierto, la experiencia recuerda que el PSOE es mucho PSOE, que no vota nunca como esperan los «aparatos» y que da sorpresas. Pero también que en estas siglas es más fácil ganar un congreso que unas primarias, por eso Rubalcaba siempre se negó a medirse en unas. Pero de momento va ganando.