Historia

Sevilla

El biznieto

La Razón
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Una mañana en Sevilla, en tiempo de Feria y de calor de Feria, nos encontramos mi amiga Mari Llanos y yo a Luis Alfonso de Borbón. El muchachito por entonces era un jovenzuelo con pinta de niñato bien con idiomas, pero apuntaba maneras de bellezón. Nos parecía muy grande y muy fortachón, así­ como muy rotundo, y nos quedamos paradas debajo de un toldo para disfrutar de la vista que nos ofrecí­a su conversación con otro tipo en mitad de la calle. Pasados unos años, el bellezón se ha convertido en un señor muy serio, que aparenta mucha más edad de la que tiene y con permanente cara de pocos amigos. Luis Alfonso, con gesto de galán de teléfono blanco a juego con la pajarita, ha dicho en una entrevista que considera imperdonable que se esté borrando el legado de su bisabuelo Franco, así­ como si su bisabuelo hubiera sido el inventor de la penicilina. Resulta enternecedor comprobar que hay familias tan unidas y con tan escaso interés por la autocrí­tica interna, pero aún resulta mucho más adorable que al biznieto se le haya olvidado que Franco fue, con perdón, un dictador. Los dictadores se caracterizan por hacer lo que les parece y les da la gana. Alguna cosa hacen bien de vez en cuando, que no digo yo que no, pero parece complicado que nos caiga una regañina en nombre de una persona que se arrogó todos los poderes polí­ticos extraordinarios y que los ejerció sin limitación jurí­dica de ningún tipo. Mi abuelo, como Luis Alfonso, también era franquista. Se murió poco después de hacerlo Franco y nosotros mantenemos que fue del disgusto. Mi abuelo era estupendo, pero no todo lo que hací­a o lo que pensaba era defendible por el simple hecho de ser nuestro abuelo. A Luis Alfonso, lo que le ha sentado como un tiro es que se quiten las estatuas de Franco y se cambien los nombres de las calles. Esto de las calles es sumamente chocante, la verdad, porque se montan unos tiberios importantes en algunos municipios y los vecinos suelen asistir con cara de despiste a una ristra cansina y predecible de discusiones entre concejales. Pero Luis Alfonso debe entender que, aún pareciéndole a él imperdonable y a algunos de nosotros un asunto baladí­, la democracia tiene estas cosas. Se vota, se discute y se acepta lo que digan las mayorí­as. Una pena que a él no le parezca suficiente.