Berlín

Ceuta y Melilla desde Texas

La Razón
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Hace unos días recibí la llamada de unas de mis fuentes en el seno de las Fuerzas de Seguridad nacional. El motivo era el bloqueo que un movimiento independentista de Melilla, presuntamente alentado por Marruecos, había realizado sobre esta ciudad española. Durante unos minutos, estuvo desgranándome los hechos con tanta consternación que no quise interrumpirlo, alegando que me había localizado en medio de una cena. No debía de tener mucha cara de alegría al concluir la conversación porque mis amigos tejanos me preguntaron inmediatamente por el motivo de mi pesar. «Un grupo de marroquíes ha realizado un bloqueo de Melilla», respondí, «por lo que me cuentan a la ciudad no llegan los suministros con regularidad». «¿Maltratan los españoles a los marroquíes en Melilla?», pregunta inquieta una señora. «Ceuta y Melilla», respondo, «son un cuerno de la abundancia para los marroquíes. Les proporcionan puestos de trabajo y puntos de venta, además de otorgarles asistencia médica y educación gratuitas. Bueno, gratuitas para ellos porque las costeamos los contribuyentes españoles. Es como si la gente de Tijuana se pasara a El Paso para que la tratara el médico y no le costara un dólar». «Entonces...», me dice sorprendida. «El problema», respondo, «es que Marruecos lleva décadas reclamando ilegítimamente esas dos ciudades españolas. Ahora simplemente se aprovecha de nuestra debilidad interior e internacional». «Supongo que su Gobierno ya habrá disuelto a esos... tipos con toda la energía posible», comenta uno de los presentes. «Mi Gobierno», contesto, «no parece haber hecho nada hasta el momento. Ni el presidente Zapatero ni el ministro del Interior se han dado por enterados a pesar de que, por lo que me dicen, han sido agredidos varios policías españoles incluida una mujer». «¿Y no habrá ninguna represalia? ¿No retirarán el embajador español en Marruecos?», indaga sorprendido otro de los comensales. «Sería lo mínimo que haría cualquier gobierno decente, pero confieso que no lo espero», respondo. «Pero lo que usted me dice es muy grave... ¿cómo puede ser el Gobierno español tan pasivo frente a una agresión así?». «Hay varias razones», le respondo, «la primera es que la política exterior de Zapatero se centra en la Alianza de Civilizaciones, que no es sino una forma de apaciguamiento hacia las agresiones islámicas. Por añadidura, Cajal, uno de sus asesores en política exterior, es partidario de entregar Ceuta y Melilla a Marruecos. Y además, no nos engañemos, Zapatero no cree en España. ¿Quién va a defender algo en lo que no cree?». «Desde luego es una situación lamentable», interviene un hombre que ha estado callado hasta ese momento, «pero le voy a decir lo que haríamos en Texas con gentuza que se aprovecha de la riqueza de nuestro país y además quiere crear conflictos. Primero, detendríamos a todos los revoltosos por violar la ley y, tras una temporada en la cárcel, los echaríamos a patadas. Después controlaríamos que ninguno regresara y pudiera recibir un solo beneficio de nuestros impuestos. En cuanto al lugar bloqueado le suministraríamos ayuda incluso por avión como hicimos en Berlín». «Sí, seguramente tiene usted razón», reconozco. «¿Ayudaríamos a España en caso de ataque de Marruecos?», pregunta entonces una señora. El hombre tuerce el gesto. «Marruecos», responde, «es un aliado leal de Estados Unidos, pero Zapatero...». No sé por qué de repente me ha venido a la cabeza la Marcha verde.