ONG
Hambre por Paloma PEDRERO
Nosotros ya no sabemos lo que es, hasta los más desamparados pueden hacerse con una sopa en los comedores de beneficencia. Nosotros sentimos «apetito», palabra que siempre me ha parecido cursilísima, casi ridícula. Sentimos apetito y comemos. Algunos, muchos, comemos demasiado. Es como si a falta de risas, de cantos, de conversación o de sexo tierno, sólo nos quedará la nevera. En los países ricos comemos para llenar el vacío existencial. Y como esto es imposible nos volvemos insaciables, enfermos de gordura. En los países pobres se mueren de hambre. Millones y millones de personas se mueren al año de puta hambre. ¿Pueden imaginárselo? Ocho millones de niños sin leche, sin pan, sin mortadela. ¿Se imaginan? ¿Se lo imaginan en nuestras achocolatadas criaturas? Acaba de terminar una de esas cumbres donde los dirigentes pudientes se han reunido para hablar del tema de los no pudientes. Mientras ellos discutían, en tres días, han muerto setenta mil niñas y niños. ¿Se imaginan? Y lo peor es que se podría resolver. No es imposible. Dice un estudio reciente de «Ayuda en Acción» que luchar contra el hambre es diez veces más barato que ignorarla. O dicho de otro modo, que lo que cuesta el hambre es mucho más que lo que costaría acabar con ella. Es todo tan absurdo…
La mitad del mundo luchando contra la grasa excesiva de su cuerpo y la otra mitad extenuada en huesos. Y mientras ellos, los hambrientos, no sé por qué, siguen mostrando una mirada limpia, unas sonrisas resplandecientes, una música. No tienen apenas nada y siguen vivísimos, vivos hasta el final. ¿Se imaginan? No, no podemos imaginarlo. El yo, mi, me, conmigo, nos tiene atrapados. Es casi la hora de comer y el apetito nos llama. Es demagógico hablar así. Además no vende. Además, si somos sensibles, se nos achica el estómago. Vamos, disfrutemos de la suerte que tenemos en los frigoríficos. Total, ¿qué podemos hacer? Pues la salud se nota por la luz de los ojos y aquí, oigan, hay mucha opacidad. Mucho grito y furia. Poca hambre y poca alegría.
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