Historia

Asturias

El símbolo del fracaso

Alcalá-Zamora representa el fracaso de la Segunda República. Lo más trágico es que él, desde el principio, supo cómo acabaría el régimen 

Alcalá-Zamora el día de su toma de posesión como presidente de la República, junto a Julián Besteiro
Alcalá-Zamora el día de su toma de posesión como presidente de la República, junto a Julián Besteirolarazon

Persona clave en la conspiración que implantó la Segunda República y presidente de la misma desde 1931 a 1936, Niceto Alcalá- Zamora no se hizo ilusiones sobre el nuevo régimen. A inicios de los años treinta ya señaló que la constitución republicana procedía de unas cortes que «adolecían de un grave defecto, el mayor sin duda para una Asamblea representativa: que no lo eran, como cabal ni aproximada coincidencia de la estable, verdadera y permanente opinión española...». El texto máximo, según el mismo testimonio, «se dictó, efectivamente, o se planeó sin mirar a esa realidad nacional... se procuró legislar obedeciendo a teorías, sentimientos e intereses de partido, sin pensar en esa realidad de convivencia patria, sin cuidarse apenas de que se legislaba para España».

Como señalaría Alcalá-Zamora, el resultado fue «una Constitución que invitaba a la guerra civil, desde lo dogmático, en que impera la pasión sobre la serenidad justiciera, a lo orgánico, en que la improvisación, el equilibrio inestable, sustituyen a la experiencia y a la construcción sólida de poderes». En poco más de un trienio, Alcalá- Zamora contempló el fracaso del gobierno republicano-socialista; el desplome del Partido Radical de Lerroux; y la sublevación armada del PSOE y los nacionalistas catalanes sin enfrentarse con ninguna de las tres situaciones. Finalmente, Alcalá-Zamora, a instancias de las izquierdas, disolvió las Cortes –la segunda vez durante su mandato, lo que implicaba una violación de la Constitución– y convocó elecciones para el 16 de febrero de 1936 bajo un gobierno presidido por Portela Valladares.

El Frente Popular, una minoría

Lo que sucedió a continuación fue descrito elocuentemente por Alcalá-Zamora al «Journal de Genève» en enero de 1937: «A pesar de los refuerzos sindicalistas, el Frente Popular obtenía solamente un poco más, muy poco, de 200 actas, en un Parlamento de 473 diputados. Resultó la minoría más importante pero la mayoría absoluta se le escapaba. Sin embargo, logró conquistarla consumiendo dos etapas a toda velocidad, violando todos los escrúpulos de legalidad y de conciencia. Primera etapa: Desde el 17 de febrero, incluso desde la noche del 16, el Frente Popular, sin esperar el fin del recuento del escrutinio y la proclamación de los resultados, la que debería haber tenido lugar ante las Juntas Provinciales del Censo en el jueves 20, desencadenó en la calle la ofensiva del desorden, reclamó el Poder por medio de la violencia. Crisis: algunos Gobernadores Civiles dimitieron. A instigación de dirigentes irresponsables, la muchedumbre se apoderó de los documentos electorales: en muchas localidades los resultados pudieron ser falsificados.

Segunda etapa: Conquistada la mayoría de este modo, fue fácilmente hacerla aplastante. Reforzada con una extraña alianza con los reaccionarios vascos, el Frente Popular eligió la Comisión de validez de las actas parlamentarias, la que procedió de una manera arbitraria. Se anularon todas las actas de ciertas provincias donde la oposición resultó victoriosa; se proclamaron diputados a candidatos amigos vencidos. Se expulsaron de las Cortes a varios diputados de las minorías. No se trataba solamente de una ciega pasión sectaria; hacer en la Cámara una convención, aplastar a la oposición y sujetar el grupo menos exaltado del Frente Popular. Desde el momento en que la mayoría de izquierdas pudiera prescindir de él, este grupo no era sino el juguete de las peores locuras. Fue así que las Cortes prepararon dos golpes de Estado parlamentarios. Con el primero, se declararon a sí mismas indisolubles durante la duración del mandato presidencial. Con el segundo, me revocaron. El último obstáculo estaba descartado en el camino de la anarquía y de todas las violencias de la guerra civil». Hasta aquí la declaración de Alcalá-Zamora a prensa suiza.

Los resultados de aquel golpe parlamentario no se hicieron esperar. Lluís Companys, el golpista de octubre de 1934, se apoderó de la Generalidad y los detenidos por la insurrección de Asturias fueron puestos en libertad en cuarenta y ocho horas. Antes de que acabara marzo, sesenta mil campesinos ocuparon tres mil fincas en Extremadura. El 5 de ese mismo mes, «Mundo Obrero», órgano del PCE, abogaba por el «reconocimiento de la necesidad del derrocamiento revolucionario de la dominación de la burguesía y la instauración de la dictadura del proletariado en la forma de soviets». En paralelo, el Frente Popular desencadenaba una censura de prensa sin precedentes y procedía a una disolución masiva de los ayuntamientos que consideraba hostiles o simplemente neutrales. Convertido en juguete roto, Alcalá- Zamora fue destituido por el Frente Popular y sustituido por Azaña. La Guerra Civil se acercaba a pasos agigantados y Alcalá-Zamora, advertido por Queipo de Llano, se apresuró a salir de España. Aborrecido por los dos bandos, sería ya un proscrito hasta su muerte y un símbolo del fracaso colosal de un régimen.

Largo Caballero, el Lenin español

Francisco Largo Caballero, secretario general de UGT, formó parte del Gobierno provisional, en la cartera de Trabajo. Pero sus ideas a lo largo de la República se van radicalizando, y más con los gobiernos de la derecha. Largo Caballero promueve las protestas sociales y, por eso, es conocido como el «Lenin español». Esto le lleva al enfrentamiento con Indalencio Prieto, que pacta con los republicanos. Largo Caballero dimite como dirigente del PSOE en 1935 y se va a acercando a los comunistas. En septiembre del 36 se hace cargo del Gobierno y de la cartera de Guerra. Dimite al año. Muere en Francia en 1946.