«Louise-Michel »: Excentricidad

No basta con hacer una broma sobre el 11-S para parecer anarquista. No sabemos si Louise Michel, la ideóloga ácrata a la que rinde tributo esta comedia excéntrica, aprobaría que una enferma terminal de cáncer sea la mujer de paja de un asesino a sueldo que no se atrevería a matar ni a una mosca. A quién le importa, después de todo: las provocaciones de «Louise-Michel» no tienen otro objeto que el de hacer de la extravagancia su recurrente figura de estilo. La película puede entenderse como una tira cómica protagonizada por un personaje bicéfalo, las dos caras de una misma moneda, dos desclasados que luchan contra la tiranía del poder con la torpeza de una pareja de payasos en el cénit de una función sin público. Yolande Moreau hace un buen trabajo interpretando a la sección femenina, troglodita y proletaria, de este tándem imposible, y la mecánica del gag funciona cuando Kervern y Delépine trabajan con el fuera de campo –pienso en la escena de las caravanas–; pero, en general, el filme parece atravesado por un molesto culto a la arbitrariedad, como si fuera una obra de Ionesco, cuyo tono sus directores no hubieran sabido graduar, demasiado caprichosos para detectar su genio.