Adiós al sueño «Maquedanus» por Miguel Ángel ALMODÓVAR

Cuenta Antonio Maquedano, «Maquedanus», uno de los grandes chefs de la cocina real (versus la mediática virtual), que allá por los difíciles años sesenta del pasado siglo su padres le llevaron a la boda de unos parientes de cierto postín, y que en el convite, tras la consabida Ensaladilla Imperial, en su plato apareció un filete. «Maquedanus» niño gritó asombrado: «¡Mira, mamá, carne juntita!». El sueño del zagal, que hasta entonces y como la mayoría de la chavalería hispana sólo había hincado el diente en carne picada, se ha hecho ahora realidad en una sustancia, la trombina, capaz de sellar la carne y convertir unos cuantos despojos cárnicos en un filetón de rompe y rasga. Pero héteme aquí que el Parlamento Europeo ha dicho que nones a la pretensión de la Comisión Europea de comercializar la cosa como aditivo alimentario. Arguyen los parlamentarios que eso de pegar trozos de carne es el timo del tocomocho y que aunque medio mundo ya esté en ello, mejor lilas y membrillos que vivir con vilipendio. Yo, suscribo.