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El Cairo

La violencia prende en Egipto tras la matanza del fútbol

Los manifestantes culpan a los «perros de Mubarak» de la tragedia y piden el cese del ministro de Interior

La violencia prende en Egipto tras la matanza del fútbol
La violencia prende en Egipto tras la matanza del fútbollarazon

Egipto vive sus momentos más dramáticos de los últimos doce meses y una de las tragedias más grandes de la historia reciente del país. La muerte de más de 70 personas, en poquísimo tiempo, en una estampida en el estadio de fútbol de Port Said el miércoles por la noche, ha dejado traumatizados a muchos ciudadanos, que a la mañana siguiente se preguntaban por qué y cómo había podido pasar.

«No tengo palabras, no me lo explico, 74 de nuestros jóvenes han muerto sin más», decía Mustafa después de haber pasado toda la noche en vela, como muchos otros egipcios, incrédulos. El taxista de mediana edad, de clase trabajadora y tres hijos, no podía contener las lágrimas: «Todo esto es por culpa de Mubarak y sus perros». La opinión pública en Egipto cree que la violencia de ayer fue premeditada y orquestada por miembros del régimen del ex presidente egipcio y con la colaboración de las Fuerzas de Seguridad, que desde la revolución del 25 de enero han dejado de ejercer sus funciones en «venganza» contra el pueblo que bajó a la calle y se atrevió a enfrentarse a la temida Policía, que gozaba de plenos poderes e impunidad. Precisamente, todos los dedos apuntaban ayer a los policías como culpables directos de la tragedia de Port Said. Según algunos testigos y confirman las imágenes retransmitidas en directo en la televisión, los agentes presentes en el estadio no hicieron nada por evitar que los hinchas del equipo local, Al Masry, irrumpieran en el césped y atacaran a los aficionados y a los propios jugadores del equipo contrario, Al Ahly, al término del encuentro que ganó el anfitrión 3-1. El pánico hizo que el público intentara huir y la mayor parte de las víctimas murieron aplastadas o asfixiadas, algunas fueron brutalmente golpeadas y arrojadas por las gradas del terreno de juego.

Pocas horas después, el recién formado Parlamento egipcio se reunía en una sesión extraordinaria, en la que se acordó crear una comisión de investigación, que viajará a Port Said y presentará un informe ante la Cámara en un plazo de una semana. La mayor parte de los grupos parlamentarios culpan al ministro del Interior de lo sucedido y piden su dimisión, que el Gobierno ha descartado por el momento, así como una reforma de las Fuerzas se Seguridad.

Los Hermanos Musulmanes han estado entre los más críticos y duros, condenando los hechos desde el primer momento. El Ejecutivo, después de las primeras horas de apoyo ciego a sus hombres, ha tenido que despedir al gobernador de Port Said, al jefe de la Policía en esa provincia y a los directivos de la federación de Fútbol egipcia para intentar calmar la ira popular. Pero tanto los parlamentarios como la calle piden cabezas a más alto nivel.
Ayer por la tarde, miles de manifestantes, sobre todo aficionados del club Al Ahly, al que pertenecían la mayoría de las víctimas mortales, se manifestaron en varios puntos de El Cairo y en frente del Ministerio del Interior, donde, al cierre de esta edición, se enfrentaban con los antidisturbios. La violencia volvía ayer a prender en Egipto, que no hará sino aumentar la rabia contra el mariscal Tantaui, jefe de la Junta Militar que dirige el país desde la caída de Mubarak.

Amr, un joven manifestante, bajó ayer a la calle para protestar por la muerte de dos hinchas del Ahly que vivían en su misma calle. «Ahora todo el vecindario quiere que Tantaui sea juzgado por estos crímenes y todos los que ha cometido en los pasados meses», explicaba a LA RAZÓN. Este último incidente podría ser la gota que colme el vaso de la paciencia de los egipcios. El del miércoles fue el día más mortífero desde la revolución, de la que ahora se conmemora el primer aniversario, con un sabor amargo y tres días de luto en todo el país. Un año después, los egipcios han visto su vida diaria empeorar y la inseguridad apoderarse de un país en el que no existía prácticamente la criminalidad. En los últimos días se han sucedido robos y actos violentos, y los ciudadanos se sienten desamparados ante unas Fuerzas de Seguridad en huelga de brazos caídos permanente y unas autoridades incapaces de controlar la situación. La inseguridad ha ido en aumento en las áreas periféricas del país, más alejadas del control de las autoridades, por ejemplo en la península del Sinaí donde los secuestros se han convertido en algo habitual y esta semana murió un turista francés en un tiroteo en una casa de cambio en la turística Sharm el Sheij.

Los crímenes han alcanzado estos días a la capital, con atracos a punta de pistola y tiroteos en barrios céntricos de El Cairo.