Crítica de cine

«El sicario de Dios»: Qué cruz

Director: Scott Charles Stewart. Intérpretes: Paul Bettany, Karl Urban y Maggie Q. Guión: Cory Goodman, a partir del cómic de Min-Woo. EE UU, 2011. Duración: 90 minutos. Acción/terror.

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Parece ya condenado a empalidecer todavía más su casi traslúcido pellejo, a vestir ropas de fraile aunque sea hiperfashion, a utilizar lentillas que intranquilicen el gesto, a jalonar una carrera cinematográfica de títulos cuya calidad resulta en ocasiones dudosa. Y, aun con todo lo dicho, Paul Bettany es un buen actor. Pero que tropieza dos, tres veces, con la misma piedra: tras la mortalmente aburrida «El Código Da Vinci» y «Legión», regresa a los mundos siniestros salpicados de connotaciones religiosas para encarnar a un sacerdote guerrero que, en un futuro y un mundo improbables, se dedica a matar vampiros, en lucha permanente con los hombres desde el principio de los tiempos. Basada en el cómic «Priest», rebosante de efectos especiales no siempre bien resueltos y con claras influencias, todavía..., de «Matrix», los vaivenes de este joven hierático inmerso en una sociedad sobreprotegida por la Iglesia que decide rescatar a su sobrina, en manos de estas malas bestias, cumple con los requisitos pertinentes para conseguir una curiosa taquilla (está rodada en 3D, posee un taquicárdico ritmo de videojuego y el volumen de sonido realmente me pareció tremendo), aunque la historia resulte, a la postre, simplona y fullera. Vade retro, Paul Bettany.