Benidorm
Cobo revienta la Vuelta
Juanjo Cobo sonríe. No para de hacerlo. Por la mañana en el control de firmas o al cruzar la meta después de haber ascendido en solitario el puerto más duro de la Vuelta. Sonríe porque tiene motivos para ello. Ayer ganó en el Angliru un día después de ser segundo en La Farrapona. Y es líder de la Vuelta.
Sonríe porque ya no tiene ganas de llorar. Hace poco más de tres meses, antes del campeonato de España, pensó en abandonarlo todo. Él, que ahora es el maillot rojo de la Vuelta, que está donde a todos les gustaría estar, pensaba que ya no tenía nada que hacer en el ciclismo.
No era la primera vez que quería retirarse. Primero lo intentó para ser cocinero, después para ser electricista. Quizá porque, como reconoció ayer, el ciclismo no es su pasión. «Es mi deporte, es mi trabajo». Por eso le cuesta más continuar cuando no se siente bien. Como le ocurría en mayo. «No andaba y pensaba que lo mejor era dejarlo», reconoce. Pero habló con Matxin, su director, y algo cambió. «Lo hablé sólo con él», afirma. «Me dijo que terminara este año de contrato, que aguantara y que cuando acabara la temporada me lo pensara». Y así, poco a poco, empezó a abandonar la oscuridad para volver a ser el que fue hace sólo dos años.
La luz terminó de encenderse ayer. Chaba Jiménez, Simoni, Heras, Contador, y ahora Cobo. Son los hombres que han sido capaces de domar el Angliru, esas cuestas infernales que hacen que ciclistas poderosos, como Wiggins, vayan de lado a lado de la carretera como víctimas de una maldita borrachera. Iba tan justo el británico que dio libertad a Froome para que salvara su puesto en la general. «Cuando atacó desde lejos, pensábamos que Cobo iba a explotar, pero aguantó muy bien en una subida muy dura. "Chapeau"para él», explicó Froome. Su idea y la de su equipo era trabajar para que Wiggins mantuviera el maillot de líder. «Pero no fue posible», añade, «lo tuve que dejar para seguir luchando hasta la meta».
Mientras, Cobo, agarrado al manillar de la bici con la fuerza de una manada, pedaleaba camino de la victoria. Froome aguantó y sólo perdió 48 segundos; Wiggins, 1:21, y Nibali lo perdió todo, 2:37. Tan sobrado iba que no hizo falta que escuchara los consejos de su director. «Habíamos pensado atacar a falta de tres kilómetros y medio», reconoció Matxin, «pero iba bien y las sensaciones son suyas». Manda Cobo, y sus piernas, que decidieron lanzarse cuando quedaban siete kilómetros todavía. Engulló sin miramientos el amago de resurrección de Igor Antón. Y siguió mirando hacia adelante, sin pensar en otra cosa que en la victoria.
«Es la recompensa a este año y medio tan malo que he pasado», dice. Dieciocho meses tan horribles que no es capaz de elegir un momento de sufrimiento. «Ha sido todo». Matxin, que le cuida, que le entiende, no podía estar más feliz. Las dos victorias, la pequeña que es la etapa, y la grande, que es el jersey rojo, eran la confirmación de que no se había equivocado el sábado al mandar parar a David de la Fuente para que ayudara a Cobo. «Es una victoria impresionante para un corredor que se lo merece todo. La carretera pone a cada uno en su sitio y a nosotros nos ha puesto en un lugar privilegiado», asegura.
Tampoco pensaba Cobo en el maillot rojo. Matxin, que le conoce, le decía por el pinganillo que fuera tranquilo, que no pensara en las diferencias. «Le decía que no se cebara», comenta. Porque su director sabe que los únicos problemas de Cobo están en su mente. «Si de cabeza va bien, está todo bien porque motor tiene para exportar». Y la cabeza, que pudo acabar con su carrera hace sólo un par de meses, ahora juega a su favor.
No son extraños para Cobo esos bajones. «Hay gente que me ha recomendado que vaya al psicólogo, gente que no tiene nada que ver con el ciclismo ni con el equipo y seguramente les haga caso después de la Vuelta», explica. De momento, no lo necesita, ahora vuelve a sentirse cómodo. El Geox es su casa, la que abandonó en 2009 para intentarlo en un equipo más grande, el Caisse d'Epargne. Pero allí las cosas no funcionaron. «No conocía a nadie, me sentía extraño», dice. Porque Juanjo, al que llaman «El Bisonte de la Pesa» por su fortaleza física y el barrio donde se crió en Cabezón de la Sal, es un ciclista especial. Sólo necesita dos cosas, cariño y no sentir presión. Y en el Geox ahora tiene las dos cosas. Por eso él, que no pensaba en hacer algo grande hace sólo dos semanas, piensa ahora en el podio de Madrid.
Tan tranquilo estaba antes de la Vuelta que ni siquiera la preparó de manera especial. «Incluso me sobraba algún kilo al empezar», comenta. El peso era su principal preocupación antes de subir al Angliru. Sus rampas son más bruscas que las de La Farrapona, donde fue segundo. «Un puerto más tendido, que se adapta mejor a mis características. Como peso mucho, me cuesta más subir cuando el desnivel es elevado». Pero, aunque no conocía el puerto, no se asustó. «Quería haber ido a conocerlo, pero al final, por unas cosas u otras, no saqué tiempo para verlo», dice. No le hizo falta. Llegó el primero arriba y con una sonrisa, otra más, dibujó unos cuernos con sus dedos. Los de «El Bisonte», que ha vuelto.
La carrera de los secundarios
Juanjo Cobo ha superado a Menchov y Sastre en las preferencias de su equipo, pero no es el único que ha dado un pequeño «golpe de estado» en su cuadra. Wiggins ha terminado cediendo el liderato del Sky a Froome (en la imagen), el hombre que ha trabajado para él en todas las subidas. Aunque los dos conservan las opciones de ganar. «Cobo está muy fuerte, pero si hay posibilidades lo intentaremos», dice Froome. Purito Rodríguez tampoco ha conseguido superar a Dani Moreno en la clasificación.
Y el resto de los primeros clasificados no estaba entre los candidatos cuando la Vuelta nació en Benidorm. Mollema, Monfort, que aventaja Fuglsang, su compañero en el Leopard y primer líder de la carrera, tampoco contaban.
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