Estreno
Berkeley exquisito misterio
«El caso de los bombones envenenados»Anthony BerkeleyLUMEN256 páginas, 18,90 euros.
En cada novela policiaca inglesa clásica emerge, poderosa, la figura de la Ley. El caso criminal es el motivo para hablar de sus límites, sus argucias leguleyas y las diversas formas de burlarla. El crimen es el señuelo y el criminal la excusa. El detective, el fiscal y cuantos merodean por la escena del crimen, testigos de cargo del acto criminal que fractura la convivencia de una sociedad temerosa de la Ley pero inclinada a contravenirla. El fin último no es otro que restaurar el orden y castigar al criminal tras un juicio justo.
Es fácil llegar a esta conclusión leyendo clásicos de la novela de misterio como «El caso de los bombones envenenados», de Anthony Berkeley, escrita en 1929, donde se plantea de forma exquisita y novedosa la retórica del género «¿quién lo hizo?» en tan temprana fecha. Aunque su singularidad va más allá, al convertirse en la novela paradigmática del género que hizo populares a Agatha Christie y Chesterton.
Berkeley es un portentoso retórico. Sabe que la novela-problema sigue un férreo esquema literario y desde Poe basa su éxito en el método inductivo para resolver los casos, por intrincados que resulten. Sabe reflexionar sobre ello, ridiculizar con fina ironía los trucos del oficio y hacerlo con prosa elegante son las cualidades de este metarrelato policiaco.
Berkeley se basó en su novela «The Avenging Chance» como soporte de este relato, concebido como relectura ad libitum y teatralización de los distintos enfoques que la novela-problema plantea al lector, al modo de un juicio en el que cada actor expone en el estrado su visión y analiza el cómo y el porqué del caso.
Un planteamiento que recuerda «Rashomon», de Kurosawa, en don- de los tres protagonistas narran la historia desde un punto de vista opuesto al de los demás. Pero ni aquí ni allí se trata de la verdad, sino de la verosimilitud y de los trucos que conducen al lector hasta el fin deseado. Escribe Berkeley: «Si uno sabe qué añadir y qué quitar, se puede demostrar cualquier cosa de manera convincente». Y lo plantea desde el propio relato: puesto que el asesino se determina a priori, lo importante es mantener al lector en suspenso para que no descubra el enigma antes del «giro» final.
La burla final es ironizar sobre la pomposidad de la asociación «Detention Club» dirigida por Chesterton, y en la que participaron tanto él como Agatha Christie, parodiada en «El caso de los bombones envenenados» con el «Círculo del Crimen», que preside su famoso detective Roger Sheringham.
Sobre el autor
Reedición de una de las obras maestras de la novela policiaca clásica inglesa. Un prodigio
Ideal para...
los adictos a la novela-problema escrita con el fino sentido del humor inglés
Un defecto
No tenerlos, porque produce envidia
Una virtud
Adelantarse a su tiempo introduciendo en el relato su cuestionamiento
Puntuación 9
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