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La semi-guerra libia y su estrategia

La Razón
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Siempre hay una estrategia, aunque sea por defecto. Hay unos objetivos, aunque sean confusos o estén mal pensados, unos medios, aunque sean insuficientes o poco adecuados, y una manera de usarlos para conseguir los fines, aunque no sea coherente y esté plagada de contradicciones, pero incluso la incoherencia y las contradicciones pueden dar mejor resultado que una muy reflexiva y bien ensamblada coherencia en el error.

De la operación en Libia se suele destacar su falta de estrategia, lo que no es de extrañar dada la caótica toma de decisiones por parte de los miembros de la coalición, la pluralidad de sus motivos y la división interna de facto en OTAN. Pero lo cierto es que de la manera en que están actuando se puede deducir una estrategia, no muy conscientemente diseñada, pero suficientemente clara. Que sea buena o mala, quedará a criterio del lector. No se trata de «en la guerra como en la guerra», porque el primer supuesto teórico del planteamiento general es que es algo bastante menor, una mera y limitada campaña de protección de civiles.

No es mantenimiento de una paz inexistente, y se queda por debajo de una imposición de la paz, pues a tanto no llega, al menos explícitamente, la ambigua resolución 1973 del Consejo de Seguridad, aunque eso, por otro lado, no existe más que en la terminología, no en la frustrante realidad onusina. El objetivo obvio, aunque no expresamente mandatado, lo que crea unos problemas y simplifica otros, es el derribo de Gadafi, no sólo, ni principalmente, porque se considere la única manera de terminar la agresión contra civiles, sino porque ese era ya el punto central públicamente declarado de la política libia de los principales intervinientes antes de empezar la casi-guerra , excepto Italia, que participa pasivamente con la disponibilidad de sus bases.

Pero no estaban dispuestos a conseguirlo por medios directamente militares, por razones de políticas internas y externas, de ahí que esa posibilidad no esté contemplada en la 1973, lo cual, además, era imprescindible para lograr la abstención de Rusia y China. Una vez incumplida la gran esperanza de que el régimen se derrumbase desde el principio, mantener en conflicto en situación de tablas es ya un objetivo intermedio importante cuando el bando favorecido es netamente inferior. No se trata tanto de reforzar sus capacidades como de deteriorar las gubernamentales. A ese fin se va dando una escalada sostenida, mientras se lleva a cabo una intensa diplomacia para dividir a los gadafistas y amarrar todo lo posible el incierto futuro.