Berlín
Westerwelle de héroe a villano
Si un líder político ya no convence en los sondeos de opinión, hay que cambiarlo cuanto antes. Esto es lo que deben pensar los dirigentes del Partido Liberal Alemán (FDP) sobre su líder, Guido Westerwelle, que no levanta cabeza en las encuestas.
La última, del Instituto Forsa, concede a los liberales, socios de Gobierno de la democristiana Angela Merkel, un 4% de intención de voto. Es decir, si se celebraran este domingo elecciones, el tradicional partido bisagra de Alemana quedaría fuera del Parlamento y la canciller no podría repetir mandato.
Como no podía ser menos, los «barones» del FDP quieren evitar a toda costa este apocalíptico presagio, especialmente en un año con siete elecciones regionales. Los más preocupados son los dirigentes de los Estados federados de Renania Palatinado y Baden-Wuttemberg, que acuden a las urnas el 27 de marzo. Para distanciarse de la mala imagen de Westerwelle, sus colegas han decidido excluirle de mítines y carteles electorales.
La revuelta interna, que se viene perjeñando desde hace varios meses, aumentó en intensidad después de que Wolfgang Kubickiel, miembro de la dirección del partido, se desfogara en una entrevista en el semanario «Der Spiegel» al decir que «la situación del partido se parece a la que vivió la RDA en sus últimos meses».
Este clima de revuelta palaciega le espera a Westerwelle mañana en Stuttgart, donde los liberales celebran su anual Cumbre de los Reyes Magos. Blanco de todas las críticas por una mediocre gestión como ministro de Exteriores y sus constantes enfrentamientos con la canciller democristiana, el presidente del FDP se niega a tirar la toalla e insta a sus compañeros a que se preocupen «de los problemas de las personas».
En declaraciones al diario «Bild am Sonntag», Westerwelle advirtió a sus detractores que «no abandono el puente de mando cuando arrecia la tormenta». «Trabajo –añadió– para volver a la senda del éxito».
Y es que pocas veces se ha visto caer en desgracia a un político en tan poco tiempo. Lejos están los vítores que militantes y votantes le lanzaron la noche electoral del 27 de septiembre de 2009, cuando logró que el FDP obtuviera los mejores resultados de su historia (un 14,6% de votos y 93 diputados). Este éxito dio la oportunidad a Merkel para poner fin a la incómoda «gran coalición» con los socialdemócratas y pactar un Gobierno de centro derecha con los liberales, que volvieron al poder tras once años de oposición.
Sin embargo, la convivencia entre los socios naturales no fue tan satisfactoria como se podía pensar. Westerwelle se convirtió en la eterna chinita del zapato de la canciller, especialmente por la insistencia del líder liberal en bajar los impuestos a toda costa.
Como jefe de la diplomacia alemana, Westerwelle ha sido acusado de nepotismo por acudir frecuentemente a sus viajes oficiales acompañado por su marido, el empresario deportivo Michael Mronz. Incluso las filtraciones de Wikileaks se han cebado con el vicecanciller, tachado como un «político arrogante» y sin ninguna experiencia diplomática por el embajador de EE UU en Berlín. Precisamente, un miembro de su equipo era el «topo» que informaba a Washington.
El primer ministro abiertamente gay
A sus 49 años y tras diez años como líder de los liberales alemanes, Guido Westerwelle pasará a la historia como el primer ministro de su país en reconocer abiertamente su homosexualidad. De hecho, aprovechó la celebración del 50º cumpleaños de Angela Merkel, en 2004, para presentar en sociedad a su pareja, el empresario deportivo Michael Mronz. En septiembre pasado, el ya ministro de Asuntos Exteriores y vicecanciller contrajo matrimonio en Bonn con su pareja en una ceremonia íntima.
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