Cataluña

25-N: menos dinero más bandera

La economía catalana cae por cuarto trimestre, mientras da inicio la campaña electoral, dominada por el órdago soberanista de Mas. CiU aspira a que su desafío independentista le otorgue la mayoría absoluta n El PP busca reemplazar al PSC como segunda fuerza

La Razón
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BARCELONA- La economía catalana cayó ayer por cuarto trimestre consecutivo, pero la Generalitat se consoló porque el decrecimiento fue de un 0,3 por ciento, dos décimas menos que en el anterior periodo. En términos interanuales, el PIB catalán ya registra una contracción del -1,4 por ciento. No son datos muy esperanzadores para ningún gobernante, pero lo cierto es que Cataluña, desde ayer, no tiene gobernantes o, mejor dicho, los tiene en funciones. La campaña electoral precipitada por Artur Mas se puso en marcha la pasada medianoche y lo hizo sin que el presidente de CiU colocara la crisis económica en el centro de atención. Lo crucial para el líder nacionalista es la consulta sobre la autodeterminación de Cataluña, el derecho a decidir de los catalanes y la separación de España.

Jamás una campaña autonómica en Cataluña había estado tan marcada como ésta por el debate soberanista. Mas ha optado por fiar a una carta el resto de su carrera política: la consecución de una consulta que exprese «La voluntad de un pueblo», lema de campaña de CiU. Los convergentes, hay que decirlo, están en condiciones de eclipsar –quizá no total, pero sí parcialmente– asuntos como los recortes sociales, la destrucción de empleo y, dicho en términos generales, su gestión al frente de la Generalitat después de la legislatura más corta de la historia (21 meses).

Ningún partido catalán ha podido ignorar la efervescencia soberanista alentada por CiU y todos han debido clarificar sus posturas, aunque con suerte desigual. El PP –que aspira por primera vez a convertirse en segunda fuerza en el Parlament– tiene una campaña de sota, caballo y rey: defiende sin matices la unidad de España y aboga por mejorar la financiación de Cataluña para mejorar su encaje en el conjunto del Estado. No hay dudas en su mensaje. Es simple y tiene opciones de aglutinar a nuevos electores, en especial, procedentes del PSC.
La carrera electoral de los socialistas catalanes, en cambio, está llena de obstáculos. El drama de un nuevo batacazo se cierne sobre la sede del PSC, un partido que parece no haber llegado a su suelo de votos. (¿Hay suelo?) El voluntarioso Pere Navarro no consigue levantar cabeza y la verdad es que su confuso mensaje sobre el derecho a decidir de los catalanes no le ayuda demasiado.

En este contexto, CiU tiene todos los números de obtener su décima victoria consecutiva en unas elecciones autonómicas. El interrogante, de hecho, es saber si Mas va a lograr la mayoría absoluta (68 diputados) o si, por el contrario, puede sufrir un retroceso respecto a su resultado actual (62). Cualquier cifra de diputados por debajo de 62 será interpretada como una derrota del líder nacionalista, a pesar de que Mas ya tiene pensado lo que dirá en este caso: los diputados de CiU y ERC suman mayoría en el Parlament –es así desde 1999– y el soberanismo, por tanto, ha recibido la legitimidad de los catalanes para forzar una consulta sobre la autodeterminación.

De aquí al 25 de noviembre, los catalanes tendrán la oportunidad de ver un día y otro también a todos los candidatos disparando contra Mas, verdadero centro de gravedad de esta campaña. Sólo los suyos han aplaudido la decisión de poner fin a la legislatura, aunque ni tan siquiera había llegado al ecuador. Le bastó con estar un par de horas en el palacio de La Moncloa con Mariano Rajoy para volar por los aires el mandato. No hay concierto económico, no hay más legislatura. Hay manifestación independentista, hay proceso soberanista. Ésa es la lógica que ha seguido el líder de CiU.

La de la oposición será bien distinta. Los datos de paro han empeorado, los recortes en políticas sociales han aumentado y la obra de gobierno de CiU es inapreciable. Y al frente de todo ello está Mas, el guía del independentismo.