Italia

«La Capilla Sixtina necesita medicina preventiva»

Dio la voz de alarma ante el deterioro de los frescos de Miguel Ángel. Paolucci defiende que una comisión de expertos italianos e internacionales busque soluciones para frenar los problemas que padece la sala.

Las obras «estaban mejor conservadas cuando eran sólo para privilegiados», dice Paolucci
Las obras «estaban mejor conservadas cuando eran sólo para privilegiados», dice Paoluccilarazon

Recientemente, Antonio Paolucci, director de los Museos Vaticanos, metió el miedo en el cuerpo a todos los amantes del arte y la cultura al denunciar en un artículo publicado en «L'Osservatore Romano» que los frescos de Miguel Ángel, Rafael y otros maestros del Renacimiento que componen la Capilla Sixtina están amenazados. Los 20.000 visitantes que cada día pasan por la sala alteran el equilibrio en la temperatura y la humedad de la sala y ponen además en riesgo la conservación de sus tesoros con el polvo y otras partículas que dejan en el ambiente. Para salvarla, Paolucci pretende crear una comisión internacional de expertos que aplique «medicina preventiva» a los frescos utilizando las alternativas que ofrecen hoy la ciencia y la tecnología. Descarta por el momento establecer un «númerus clausus» de visitantes, ya que «todos los seres humanos tenemos derecho a ver las obras de Miguel Ángel».

-¿Cuál es el riesgo que sufre la Capilla Sixtina?
-Escribí un artículo sobre ello no como un acto de alarmismo. La Capilla Sixtina no está amenazada por males desconocidos ni los frescos de Miguel Ángel están al borde del desastre. El problema es otro, provocado por la masificación. Cada día el número de visitantes oscila entre 15.000 y 20.000, lo que supone más de 4 millones al año. La gran cantidad de gente que visita la Capilla Sixtina provoca una oscilación en la temperatura y la humedad. Se trata de una sala muy grande, pero el número de turistas hace que se depositen sobre las obras de arte las partículas de polvo, cabellos, tejidos y células epiteliales que las personas vamos dejando a nuestro alrededor. Esta contaminación daña los frescos y amenaza su conservación. Hemos hecho un estudio durante las horas en que el Museo estaba cerrado y entonces descubrimos esta situación. No se trata de una enfermedad mortal aunque sí hemos apreciado los síntomas de que había algo que no marchaba bien. Es como cuando vamos al médico y nos dicen que tenemos un poco alta la presión o algo descontrolado el colesterol: hay que intervenir para evitar que la cosa vaya a peor. Es lo que pretendemos hacer, medicina preventiva. Deseamos eliminar las causas que a largo plazo pueden provocar daños. Nuestro objetivo es eliminar todos estos fenómenos con los instrumentos que la tecnología ofrece.
 

-Usted afirma que tiene mucha confianza en la capacidad del hombre para conservar la Capilla Sixtina y solventar este problema. ¿Cómo se hará?
-La ciencia y la técnica de hoy nos ofrecen infinitas alternativas. Ahora mismo estoy trabajando precisamente en ello. Debemos utilizar los recursos con que contamos para hacer compatible el cuidado de la Capilla Sixtina con el derecho que poseemos todos los seres humanos a ver las obras de Miguel Ángel. Hay que respetar este derecho manteniendo estables los niveles de humedad y temperatura de la sala y neutralizando la contaminación. Parece una contradicción, pero la ciencia actual cuenta con capacidades para satisfacer las dos necesidades.

-¿Es la solución el proyecto para construir una réplica virtual en 3D de la Capilla Sixtina?

-Me parece una idea excelente. Se puede llevar perfectamente a cabo en los Museos Vaticanos, como se ha hecho ya en otros importantes museos del mundo. No obstante, el original será siempre insustituible y es nuestra la responsabilidad de protegerlo y conservarlo.

-¿Piensa que el futuro de los grandes museos está en el establecimiento de un «númerus clausus» de visitantes?

-De momento, no querría establecerlo aunque éste sería automático en caso de que, por ejemplo, se triplicase el número de visitantes. En esa situación ni siquiera cabrían las personas en la sala, se superaría su capacidad.

-¿Cómo evoluciona el número de visitantes?

-Aumenta. Actualmente, como le decía, nos llegan cada día unas 20.000 personas, el doble de las que visitaban los Museos Vaticanos hace 20 años. Este fenómeno se está dando en todos los importantes del mundo, como el Prado, el Louvre o los Uffizi de Florencia, debido al «boom» de los viajes y del turismo de masas. Es un fenómeno muy positivo que la gente viaje cada vez más y se instruya, pero siempre digo que las obras estaban mejor en tiempos lejanos, cuando eran una propiedad privada de los reyes o los Papas y sólo las podían contemplar un puñado de privilegiados. Si las obras de arte tuviesen su propio sindicato, seguro que nos exigirían el retorno a aquella época. Hoy tenemos el deber político y social de mostrar el arte a todo el mundo. Ciertamente, la Iglesia de Roma no es ajena a este fenómeno.

-¿Cuentan los Museos Vaticanos con fondos suficientes para garantizar la conservación de la Capilla Sixtina y de las miles de obras que custodian?

-Absolutamente. Contamos con patrocinadores generosísimos, sobre todo estadounidenses. Todo el mundo se moviliza por la Capilla Sixtina, no hay problema para encontrar fondos.

-¿Cuánto tiempo necesitarán para diseñar el nuevo plan de conservación de los frescos?

-Puede ser en poco tiempo, en meses. Quiero crear una comisión abierta a especialistas extranjeros e italianos que genere ideas y soluciones para combatir los problemas que sufre la sala.

-¿Hay otras piezas de los Museos Vaticanos cuya conservación esté amenazada?

-Los Museos Vaticanos son inmensos, interminables. Basta decir que recorrerlos en su totalidad significa caminar siete kilómetros. Cuentan con kilómetros cuadrados de frescos, miles y miles de esculturas, decenas de miles de objetos de arte antiguo. Conservar todo esto no es fácil, pero contamos con una gran plantilla, formada por 600 vigilantes y más de 60 expertos en restauración y rehabilitación de todas las especialidades: escultura, pintura, tapices, metales… Es este sentido, los Museos Vaticanos es una de las instituciones más punteras del mundo.


El prohombre de la cultura italiana
Antonio Paolucci lo ha sido todo en el mundo de la cultura de Italia: ministro, responsable de la Galería Uffizi de Florencia y, desde hace tres años, director de los Museos Vaticanos. Amén de la ilusión y responsabilidad que supone llevar las riendas del museo de los Papas, durante muchos años auténticos mecenas del arte en Italia, confiesa que su empresa más lograda (por la complejidad que requería) fue la restauración de la basílica de San Francisco en Asís, tras ser devastada por un terremoto.

Enamorado de la cultura española (le encantan las películas de Pedro Almodóvar, por ejemplo), siguió el ejemplo del Museo del Prado cuando decidió ofrecer más opciones de visita al complejo. Así, Paolucci permitió que los Museos Vaticanos abrieran también sus puertas durante la tarde-noche en primavera y otoño.


EL DETALLE: para evitar la tortícolis
El lugar donde se eligen los Papas es, probablemente, una de las capillas más hermosas del mundo. Decorada con más de mil doscientos metros cuadrados de frescos, para visitar la Capilla Sixtina los expertos recomiendan a los visitantes que porten un espejo: es la mejor forma de disfrutar de los frescos del techo sin coger una tortícolis.